En el Taller de Barro Prehispánico de la familia Vega Fernández existe un proceso que no se puede ni debe modificar, pues cada movimiento forma parte de un ritual que se ha mantenido durante los últimos 27 años: cargar, mover, golpear, triturar y remojar bloques de arcilla amarilla, una y otra vez, un paso seguido del otro, acciones que parecen repetitivas a simple vista, pero que son el preámbulo del oficio de la alfarería, la cual se adecua a los tiempos y está lejos de desaparecer.

En la localidad de San Miguel del Milagro, municipio de Natívitas, Tlaxcala, se pueden apreciar cajas repletas de objetos hechos de barro a la entrada de su casa, artículos que permanecen intactos mientras reciben los rayos de sol que también pone de su parte en la elaboración de las piezas. Sin embargo, por dentro, entre utensilios y adornos, algunos destacan más: los sahumerios, elementos preponderantes en temporada de Todos los Santos. El Taller Barro Prehispánico retoma la historia, símbolos, deidades y vestigios de la zona arqueológica de Cacaxtla, en Tlaxcala.

Actualmente, estas piezas se pueden encontrar en diferentes formas como copas, anafres o braseros, pero sirven para un mismo objetivo: quemar elementos naturales, esencias y sustancias que evocan un momento, recuerdos o vivencias. Estos artefactos no pueden faltar en una ofrenda, pues de acuerdo con la tradición, conectan a los vivos con los muertos a través de aromas e hilos de humo que serpentean con el aire y emanan energías y vibraciones espirituales a partir de cada movimiento corporal.

Ante ello, el matrimonio Vega Fernández, Óscar y Guillermina, quien a diferencia de otros maestros alfareros no heredaron el oficio de sus antepasados, lo adoptaron con amor, perseverancia y paciencia. Esta determinación les permitió transmitir dicho arte a su hija y yerno, Marily y Filemón, así como a sus nietos, quienes tienen la encomienda de mantener el legado del barro con acabados prehispánicos.

En poco más de siete horas 150 piezas de barro desde vasos, tazas, tequileros, platos y adornos de la temporada del Día de Muertos están listas para ser exhibidas y comercializadas. A la vista de cualquier persona, estos procesos, desde la ruptura de bloques de arcilla, el remojado, apaleado, colado, decorado, pintado, quemado al horno y secado final, luce difícil, pero para los artesanos de ágiles manos su labor se convierte en un juego con plastilina.

El proceso

Filemón Ramírez, esposo de Marily y yerno de Óscar y Guillermina, actualmente es el encargado del Taller Barro Prehispánico en San Miguel del Milagro. Respetuoso de las técnicas artesanales del manejo de la arcilla hecha masa que se convierte en completas obras de arte, se dijo orgulloso de su oficio, por lo que cada mañana se despierta con ánimo para iniciar una nueva jornada.

“Nos dedicamos a la reproducción de réplicas de elementos prehispánicos, ya sean vasijas, floreros o ídolos prehispánicos, tratando de rescatar las culturas, maya, totonaca y olmeca, entre otras, las culturas que surgieron en el pasado, y que nosotros nos encargamos de plasmar en diferentes piezas, como los sahumerios, elementos importantes en la temporada de Todos los Santos”, señaló.

Paso a paso, este maestro alfarero explicó la elaboración de objetos de barro. Primero, los bloques de arcilla traídos de Oaxaca son triturados y puestos a remojar en tinas, para después ser apaleados y deshacer el amasijo de tierra para limpiarlo de las impurezas del material. Más tarde se pone a secar en botes de yeso y comienza la magia del moldeado de cada pieza artesanal.

Su esposa y suegra, Marily y Guillermina, respectivamente, aguardan para recibir las piezas y comenzar con el pastillaje -adornado manual- con plumas, calaveras, pétalos y cualquier elemento que pida el cliente, en algunos casos a partir de moldes para obtener cada elemento de manera rápida, pero también con procesos tan pacientes como el dibujado de grecas y símbolos.

Olga Benítez se encarga de pintar, delinear y rellenar cada espacio de pigmentos de todos los colores, que llevan su propio proceso de exposición al sol para su secado, previo a la quema en horno de todas las figuras. Como maestra del pincel, esta mujer indicó que puede acabar su tarea asignada a una pieza en apenas 15 o 20 minutos, según el tamaño.

Así, los objetos son llevados a compartimentos en un horno con 12 quemadores que funcionan con gas LP, aunque en el pasado era de tabique y el cocimiento tardaba hasta ocho horas. “El horno es metálico, equipado con fibra de vidrio de alta temperatura para concentrar el calor”, explicó Filemón Ramírez, quien precisó que el último paso es un baño de tierra de barro.

Conexión

El sahumerio en la actualidad tiene sobrenombres como ahumador, brasero o anafre, aunque en el México prehispánico se le refería con otros términos, como “zompantle”, que concentraba el aroma que despide cada persona cuando pasa a su segunda vida: la muerte, señaló Óscar Vega, fundador del taller.

“Estos objetos eran utilizados cuando una pareja contraía nupcias, ocupaban el incienso, el copal para sahumar, eran ‘zompantles’ de mano, los normales, en forma de vasija, se ocupaban con las dos manos para sus ritos, pero estos tenían una especie de agarradera, con una mano sahumaban y con la otra tocaban las ocarinas”, finalizó.

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