El Día de Muertos es una fecha muy particular y propia de la cultura mexicana, pues se trata de nada menos que una celebración mestiza, que combina las efemérides de los peninsulares que llegaron a las américas a imponer la religión católica con los Días de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos, así como aspectos de la cosmovisión de culturas mesoamericanas que fueron adaptadas tras el proceso de colonización.

Un punto clave es la del Mictlán, un lugar de la mitología mesoamericana a la que pensaban que tenían que llegar sus muertos, y es precisamente también una de las razones por las que se ponen las tradicionales ofrendas, las cuales se piensa que disfrutan los muertos cuando visitan a sus familiares.

Aquí te explicamos más sobre esta cosmovisión del mundo y el papel crucial de los xoloitzcuintles, un animal crucial en el proceso de la muerte para esta cultura.

¿Qué es el Mictlán y cuál es su leyenda?

De acuerdo con la cosmovisión de pueblos originarios, la leyenda cuenta que la muerte es el comienzo a un viaje hacia el Mictlán, el reino de los muertos, el cual no tiene una connotación positiva o negativa, como en la religión católica el infierno.

De acuerdo con la UNAM, los muertos llegan al Mictlán con Mictlantecuhtli, el dios mexica de los muertos, quien fue creado por los dioses Huitzilopochtli y Quetzalcóatl en el Omeyocan, un lugar equivalente al cielo.

Además, pensaban que “El Mictlán se encuentra debajo de la tierra y para accederlo las personas tienen que desplazarse hacia abajo y la forma más rápida es arrojarse de cabeza“.

Además, se creía que los xoloitzcuintles, una peculiar raza de perros que habitaron en estas tierras y que actualmente están en peligro de extinción, ayudaba en el Mictlán a hallar a los muertos el camino a su destino final, pues antes de llegar, tienen que pasar por nueve niveles diferentes llenos de diferentes situaciones.

Además, no todos iban al Mictlán, pues, por ejemplo “los grandes guerreros mexicas y las mujeres fallecidas en el parto se dirigen hacia la morada del Sol, todos los días lo acompañan hasta el mediodía” y después de 4 años podían regresar a la tierra en forma de colibríes.

Sin embargo, quienes mueren por un rayo o ahogados van hacia el Tlalocan, un lugar lleno de delicias con un verde jardín lleno de flores, que es reinado por Tláloc y los bebés o nonatos van al Chichihuacuauhco, “un sitio con un árbol nodriza lleno de frutos en forma de mamas, donde los pequeños toman leche”.

Esta festividad se conmemoraba en el noveno mes del calendario solar, el cual iniciaba en agosto y duraba 30 días, pero con la llegada de los peninsulares europeos, terminó por cambiarse a las fechas que conocemos hoy en día.

Hay varios elementos significativos y que se han preservado, como la flor de cempasúchil, la cual se cree que sus pétalos de color naranja y amarillo marcan la senda que deben recorrer los muertos durante la visita que hacen estos días porque se supone que guardan el calor del sol y su aroma los llama.

Pero, sin lugar a dudas, lo más llamativo es que hasta el día de hoy los mexicanos celebran a la muerte de una forma muy diferente a otras partes del mundo, pues no sólo se les honra, sino que se les coloca altares con elementos significativos, llamadas ofrendas, y un movimiento del que forman parte prácticamente todas las personas, abarrotando los panteones para visitar a sus seres queridos.