Lorenzo Madrigal

Con este título parecía que voy a hacer adivinanzas, que ya no me divierten, si alguna vez las hice. Me refiero, claro, a lo que se va leyendo en materia agorera; ya he leído opiniones muy fatalistas, yo mismo dije en pasada columna que presagiaba para agosto —o, bueno, desde junio— la caída del país en un abismo socialista autocrático. Y no quisiera vivirlo.

Sí creo que nuestro futuro político es de pronóstico reservado. La ambición de tantos egos irreductibles va dejando el camino libre a quien capitalizó la protesta del año que terminó. Protesta exterminadora: surgió del propósito que hizo el candidato derrotado del 2018 de permanecer en las calles en contra de la alternativa democrática que lo venció en las urnas.

Quienes hoy se lanzan a un juego de votos libres, al sufragio universal, no se dan cuenta de que el juego no es hoy entre demócratas. Algunos piensan que ya se juegan el todo por el todo y que otros cuatro años los encontrarían haciendo cuentas. Y que este sería el remate que sus distintos hechos merecerían: la sin igual Presidencia de la República. Los más jóvenes alardearán luego que un día llegaron a ser precandidatos presidenciales. Si las cosas se les dan como a Duque, quien llegó en plena juventud por un azar afortunado, también ellos podrían llegar.

Se ha dicho, y hay que ser explícito, que la posibilidad de que el candidato populista, que toma amplia ventaja, gane en primera vuelta se mira posible. Y se sabe que en esa hipótesis, como en plebiscitos, la mitad de los votos más uno solo de ellos dan la victoria electoral. No habrá un Santos, ni debe haberlo, capaz de desconocer lo que es pilar de la democracia, que ni siquiera el pretexto de la paz puede desconocer.

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