Por: Roberto Fuentes Vivar

Este lunes cumple 100 años el presidente Luis Echeverría Álvarez.

Como todos los presidentes tuvo en su momento dos caras: la buena y la mala.

Pero a él le borraron una. La desdibujaron de la historia.

La izquierda lo abomina, la derecha lo aborrece y, si en México existiera el centro, seguramente se dejaría llevar por la derecha o la izquierda. Es decir que LEA sería abominable o aborrecible.

En síntesis, para millones fue un presidente que todo lo hizo mal.

¿Es cierto? Creo que no.

Coincido con la izquierda en que fue un represor (secretario de Gobernación en 1968, presidente en el halconazo de 1971 y continuador de la guerra sucia).

Pero coincido con la derecha en que fue un socialistoide o comunistoide (todavía en su época no se utilizaba el término populista). Aunque difiero de la derecha en culparlo de un desastre económico que nunca ocurrió.

¿Hubo logros en su sexenio? Sí:

-La economía creció a un ritmo de seis por ciento al año.

A mi juicio, el gran error que provocó que todo lo bueno que pudo haber hecho (incluso salvar empresas convirtiéndolas en paraestatales), fue haberse enfrentado al Poder Económico.

Los últimos tres años de su sexenio estuvieron marcados por boicots, rumores, amenazas, fugas de capitales, enfrentamientos (no mediáticos, pero sí a través de mensajes) y desencuentros con la iniciativa privada, al grado de que el Poder Económico creo en 1975 el Consejo Coordinador Empresarial.

Fue precisamente la iniciativa privada la que a través de campañas (vis a vis y de rumores) desconfiguró el rostro de Luis Echeverría hasta volverlo abominable o aborrecible. De una sola cara. Incluso la derecha apoyó las campañas para convertirlo en el gran represor de la izquierda.

¿Fue un presidente polémico?

Sí fue desde cualquier punto de vista un presidente polémico.

-Apoyó a los gobiernos de izquierda del mundo (como en el caso del Chile de Salvador Allende), pero coqueteó con los gobiernos de derecha (Richard Nixon y Gerald Ford).

-Se enfrentó con el Poder Empresarial, pero también apoyó a muchos de los grandes empresarios de esa época en sus momentos de crisis.

-Comenzó lo que los empresarios llamaron la “docena trágica” (su gobierno y el de José López Portillo), pero mantuvo el régimen de economía mixta que ocasionó el enriquecimiento de muchos empresarios.

-Alentó las relaciones diplomáticas con gobiernos de izquierda, aunque internamente perseguía (o al menos vigilaba) a las organizaciones de izquierda mexicanas.

-Fomentó el cooperativismo, aunque no logró que las cooperativas se convirtieran en una opción perdurable.

-Propició que el estado fuera rector de la economía, pero dejó a los empresarios enriquecerse a costa del estado.

En fin, quizá la historia lo recuerde como el gran represor.

Personalmente lo recordaré como el único presidente (hasta ese entonces) que puso un ¡Hasta aquí! a los abusos empresariales y de las clases económicas dominantes.

Lamentablemente, los tres últimos años de su gobierno (luego del asesinato -por accidente, cuando sólo iba a ser secuestrado- de Eugenio Garza Sada) tuvo que gobernar un país boicoteado por el Poder Económico.

Es cierto que hoy, a sus 100 años, es un hombre que vive por inercia.

Es cierto que la historia ya comenzó a juzgarlo.

Pero también es cierto que su rostro de hoy, ya desfigurado por los años, muestra una imagen de un sexenio desfigurado, en el que solo se han marcado las cicatrices abiertas, pero no las cirugías  institucionales que perduran hasta la fecha.

Dice el filósofo del metro: el daltonismo es una enfermedad grave de la visión.

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