Con un caso de la variante ómicron confirmado y otros 12 bajo sospecha, Israel se dispone a impedir la entrada a todos los viajeros extranjeros a partir del lunes para contener la propagación de esta nueva forma del coronavirus. Además de cerrar el paso al turismo y los viajes de negocios de los no residentes durante al menos dos semanas, los israelíes tendrán que someterse a su regreso al país a una cuarentena obligatoria de entre tres y siete días, en función de si se encuentran vacunados o no, así como a pruebas PCR al principio y al final del periodo de aislamiento.

El primer ministro israelí, Naftali Bennett, anunció el domingo que la medida restrictiva temporal persigue “mantener a Israel protegido (de una amenaza exterior) pero abierto en su interior (…) para que siga la vida cotidiana de la manera más normal posible”. El director general de Sanidad, el médico especialista en salud pública Nachman Ash, calificó la variante ómicron “como la más preocupante conocida hasta la fecha”, de acuerdo con la alerta lanzada por la Organización Mundial de la Salud.

“No se trata de una reacción histérica, es importante adoptar medidas para contener su entrada en Israel”, ha asegurado Ash en declaraciones a la radio. El responsable del Ministerio de Sanidad considera previsible que las vacunas disponibles sirvan para prevenir los casos graves causados por la nueva variante, aunque ha advertido de que no se podrá confirmar su eficacia hasta dentro de dos semanas.

El primer caso de la variante ómicron fue detectado el jueves en Israel en una viajera recién llegado de Malaui. Otras 12 personas sospechosas de estar infectadas están siendo investigadas. Las nuevas medidas restrictivas coinciden con el inicio de la fiesta judía de Janucá o de las Luces, en la que durante una semana se suceden las reuniones familiares y actos religiosos y festivos multitudinarios.

Israel había reabierto sus puertas a los visitantes extranjeros vacunados con la pauta completa el pasado 1 noviembre, tras 20 meses de clausura casi total de fronteras a partir del inicio de la pandemia. Bennett ya anunció el viernes el veto de entrada al país a los extranjeros procedentes de medio centenar de países africanos (todos los del continente, excepto los del norte). Los israelíes procedentes de estos países “rojos”, así designados por su alto índice de contagios, deberán ser internados en un hotel supervisado por las autoridades, hasta recibir el resultado negativo de las pruebas diagnósticas, antes de someterse a una cuarentena de una semana en sus domicilios.

El gabinete interministerial para la pandemia aprobó en la noche del sábado las últimas restricciones, que este domingo han sido sometidas a la ratificación del Gobierno en pleno. El Ejecutivo ha pedido también a la Kneset (Parlamento) que autorice al Shin Bet (servicio secreto interior) a rastrear los móviles de las personas contagiadas con la nueva variante. Israel ya recurrió a la tecnología de seguimiento y espionaje telefónico al principio de la pandemia, hasta que el Tribunal Supremo vetó la medida por carecer del aval del poder legislativo. El rastreo por el Shin Bet de los contagiados con la nueva forma de coronavirus se mantendrá hasta el 2 de diciembre.

Por su parte, el Gobierno marroquí anunció este domingo por la tarde una medida similar: la suspensión desde este lunes de todos los vuelos directos con destino al país durante las dos próximas semanas. El objetivo es “preservar los logros obtenidos por Marruecos” en su lucha contra la pandemia, tras la aparición en Europa y Àfrica de la variante ómicron, asegura el Ejecutivo marroquí. Dos días antes, Marruecos ya había prohibido el acceso al país a los nacionales de Sudáfrica y a los pasajeros que hayan transitado por ese país. Y en la misma semana había suspendido las conexiones aéreas y marítimas con Francia, a causa de la rápida propagación de la covid en Francia, informa Francisco Peregil.

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