Francisco Rodríguez

AMLO ¿boteaba en la UNAM? * Lo único que aprendió ahí * Sólo universitarios en la Fiscalía CDMX  

Porque somos coetáneos, supongo que AMLO y yo coincidimos en algún momento en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.

Él ingresó en 1973. El escribidor, en 1972 tras tres felices años en esa joya histórica que es San Ildefonso, la Preparatoria 1 Gabino Barreda, también de nuestra Universidad Nacional.

Él, seguro, hizo un bachillerato de sólo dos años.

Así se estilaba entonces en las entidades de la República.

En lo que erróneamente llamamos provincia.

O interior de la República, porque es CDMX la que está en el centro, en el mero interior.

Nunca, empero, vi a quien hoy es el C. Presidente de la República por ahí.

Quizá porque él chambeaba en la desaparecidita Secretaría de Recursos Hidráulicos por las mañanas y quizá asistía al turno vespertino.

Una chambita, por cierto, que le habría conseguido algún paisano, toda vez que el titular, durante el echeverriato, era el también tabasqueño Leandro Rovirosa Wade.

Ya sabe usted para que sirve el paisanaje –lo mismo que el amiguismo y el compadrazgo– en nuestro país.

¡Toda la Secretaría estaba atestada de tabasqueños! ¡Desde el ujier, hasta el titular!

Así pues, si no lo vi en las aulas, tampoco en la minúscula cafetería de la Facultad donde Tachito servía unas quesadillas sincronizadas que, después de la clase de las 7 de la mañana, sabían a gloria.

Ni en la barda coincidimos.

La famosísima barda que separaba el estacionamiento de la Facultad con las instalaciones escolares.

Barda de piedra volcánica.

Barda donde después de las 11, al término de clases, nos reuníamos a fumar, a platicar y hasta a grillar la mayor parte del alumnado y dos que tres profesores alivianados.

Pasó de noche por la Universidad  

Años aquellos de convulsiones sociales.

Las represiones de 1968 y de 1971 –remember el tlatelolcazo y el Jueves de Corpus— estaban frescas en la memoria.

Y las brigadas del Comité de Lucha, herencia de aquellos movimientos reivindicatorios, irrumpían constantemente en los salones de clase.

“Compañeros, venimos a pedir su apoyo para…”

Y bote en mano pasaban entre los alumnos, muchas veces sin el consentimiento explícito del maestro o maestra, a recoger las cooperaciones que “voluntariamente a fuerza” depositábamos en la rudimentaria alcancía.

Hoy, tras las polémicas declaraciones sobre mi Alma Mater que en un par de “mañaneras” de la semana anterior hizo AMLO, me pregunto si era él uno de quienes “boteaban”.

Porque dado su atrabiliario comportamiento…

… su léxico primitivo…  

… sus rudimentarios conocimientos…

… su carencia de ilustración…

… y su ignorancia de prácticamente todo…

… pareciera que “pasó de noche” por la UNAM.

Ni en el turno matutino.

Ni en el vespertino.

Ni en el inexistente nocturno.

¡En la “noturna”, eso sí!

¿Boteaba?

Quizá sí.

Quizá eso fue lo único que aprendió en la UNAM.

Y se le convirtió en un modus operandi.

Porque durante años, ya maduro, ya viejo como yo, ha vivido de donativos.

Ha pasado el bote entre la población que le ha depositado numerario en cuentas bancarias creadas ex profeso.

¿Cuál es su coraje contra la Universidad?

Indicios  

Mientras que AMLO tuvo 14 años para medio cursar la carrera de Ciencias Políticas en la UNAM, a quienes quieren mandar a terminar de estudiar una carrera o a titularse en menos de 12 meses es a los 1 mil 600 agentes de la Fiscalía de Justicia de Ciudad de México, en donde la señorita Ernestina Godoy está para cumplirle hasta el más mínimo capricho a “su jefa” Claudia Sheinbaum, según concibe la autonomía el okupa de Palacio Nacional. Redactado en una jerigonza burocrática prácticamente ininteligible, el oficio firmado por Reyna Birruete Ponce insta a que todos quienes desempeñan el cargo de investigadores firmen una carta compromiso en la que conste que cumplirán con el plazo perentorio indicado. De no hacerlo, claro, serán puestos de patitas en la calle, dejando sin sustento a muchas familias que han dependido durante años y en muchos casos durante décadas, de la remuneración que brinda una carrera judicial. ¿Dónde quieren que estudien? ¿En las universidades “patito”, esto es, en las universidades Benito Juárez que, dicen los cuatroteros, ya existen en todo el país… sin que a nadie le conste la existencia de estas? + + + El escribidor lo ha dicho y escrito en repetidas ocasiones. Otra de las muchas fallas del sistema educativo mexicano es la de no enseñar a debatir, a diferencia de lo que sí sucede en otras naciones. Aquí, durante décadas del siglo anterior, se privilegió a la oratoria. Y eran los grandes oradores, los de la voz más engolada, quienes después ocupaban cargos políticos. Y no saber debatir lleva a los políticos al insulto. AMLO lo hace en cada mañanera. Su clon, la señora Sheinbaum, también un día sí y otro también. El primero, por ejemplo, llama “ternuritas” a sus némesis en la iniciativa privada. Y la regenta de CDMX, acto seguido, casi inmediato, los llama “fascistas”. Nada más. Sin argumentos. Ni siquiera con alguna argucia. Sólo el calificativo injurioso, Y de ahí para abajo. Los amlovers o chairos se dedican al insulto en las redes. Imposible debatir con ellos. Por eso la mejor respuesta es decirles que sí, que claro, que cómo no, que el pasto es azul. + + + Y por hoy es todo. ¡Feliz inicio de semana! Y, como siempre, le deseo que haya “buenas gracias y muchos, muchos días!

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