Durante los últimos treinta años de su vida, Francia lo trató como a un genio y un mito patrio, pero hasta 1944 Picasso fue una víctima de la maquinaria del Estado, acosado por la policía y rechazado por la Administración, como revela ahora una exposición en París.

“Picasso, el extranjero”, que abre este jueves -4 de noviembre- al público en el Museo de la Historia de la Inmigración, es fruto de la investigación que ha dirigido en los últimos años la historiadora Annie Cohen-Solal, conocida por sus biografías de Jean-Paul SartreMark Rothko o el galerista Leo Castelli.

Se trata de una exposición política con la que la autora reconoce querer transmitir la rabia que ha sentido en la consulta de los cientos de miles de documentos del Museo Picasso y los archivos de la Policía, para hacer que el visitante se sienta “empoderado” al salir.

“La evolución de las sociedades se debe a estos artistas, los que tienen dificultades para adaptarse, pero encuentran las estrategias adecuadas”, dijo la comisaria.

Estos documentos revelan la complicada relación que el joven Picasso mantuvo con las autoridades francesas desde su segunda estancia en París, en 1901.

De esa fecha data el dossier 74, 664 de los archivos de la Dirección de la Policía General, un documento de extranjería firmado por el comisario Rouquier con datos obtenidos a través de la portera del edificio en el que vivía el pintor, de su actividad en Montmartre, artículos de prensa y consideraciones varias que le valieron el equivalente a lo que hoy sería “fiché S”.
 

 

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