Enfoque Informativo
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Muchas personas renuncian de manera voluntaria a tener pareja. Además, muchas de ellas dicen suscribirse a esta renuncia por pereza
Llevas un tiempo soltero y las personas de tu entorno empiezan a presionar. “¿Sigues sin pareja?”, “¿cuándo vas a encontrar novio?”, “¿no piensas sentar la cabeza?”, “se te está pasando el tiempo…”. Pese a estas presiones externas, la sola de idea de emparejarte te causa rechazo. No estás atravesando un proceso de duelo ni tampoco estás esperando a la persona idónea, simplemente te da pereza tener pareja. ¿Te ha ocurrido?
Cuando nos sucede, podemos sentirnos no solo confusos, sino también juzgados; y es que parece que la búsqueda de la media naranja es obligatoria. Las personas que nos rodean pueden insistir en presentarnos a alguien, en que creemos un perfil en una web de citas o en que tratemos de conocer gente.
Principales razones por las que se prefiere la soltería
A pesar de que lo socialmente deseable sea la vida en pareja, en realidad la soltería tiene otros muchos puntos positivos. Posiblemente, muchos de ellos sean los que motiven el deseo de mantener tu estado sentimental actual:
Libertad y autonomía
Si no tienes pareja, vas a poder ser más egoísta a la hora de tomar decisiones. No van a existir ocasiones en las que tus deseos sean incompatibles o poco conciliables con los de un otro.
Por supuesto, en las relaciones sanas nadie debería perder su libertad. Pero no es menos cierto que la realidad se impone y que, llegado un determinado momento, vamos a tener que realizar ciertas concesiones en favor de la unión e indirectamente del otro.
Independencia
Si has estado en relaciones con personas controladoras, es probable que aprecies enormemente la tranquilidad de no tener que dar explicaciones. Si estoy en una reunión con amigos y me lo estoy pasando bien, no voy a poder alargarla sin preocuparme porque después alguien me diga que solo quiero compartir tiempo con ellos.
La soltería permite no tener que rendir cuentas: dónde vamos, qué hacemos, con quién pasamos nuestro tiempo o por qué realizamos ciertas acciones puede quedar para nosotros. De la misma forma, no tenemos que responder frente a un compromiso o una responsabilidad afectiva.
La cara B de no querer tener pareja
Ahora bien, aunque hay personas que escogen esta opción, en otros casos el rechazo en forma de pereza solo es una máscara. Por ello, puede ser conveniente plantearte si te sientes identificado con alguna de las siguientes situaciones:
- Inseguridad y baja autoestima
Establecer vínculos sanos es una tarea realmente complicada cuando pensamos que no tenemos valor. Las relaciones de pareja sanas suelen ser relaciones simétricas. Si uno de los dos piensa que no tiene nada que aportar, es muy complicado que la relación se sostenga; ya sea porque la persona va a sentir que mantiene una deuda con el otro que no hace más que crecer y crecer o por ser la raíz de una dependencia emocional que termine asfixiando al vínculo.
Además, cuando nuestra autoestima flaquea, la idea de buscar una pareja puede causar auténtico vértigo. Es muy difícil que en estas circunstancias la persona con baja autoestima se dé la oportunidad de compartir sus sentimientos, ya que lo que anticipa por parte del otro es un rechazo. Una expectativa que puede convencernos de que es mejor no intentarlo.
- Bloqueos emocionales derivados de experiencias pasadas
¿Has vivido relaciones traumáticas, dolorosas y nocivas? ¿Has estado en vínculos cargados de incertidumbre y de exigencia en los que terminaste sintiéndote vacío? Si es así, puede que albergues ciertos bloqueos emocionales.
Es posible que hayas interiorizado la idea de que una relación es sinónimo de sacrificio constante, sufrimiento y abnegación; por supuesto, no deseas esto para ti, y más ahora que has logrado reconstruirte del conjunto de experiencias que precisamente han validado este pensamiento para ti.
- Miedo al compromiso
Por último, si sientes que te da pereza tener pareja, puede que en realidad se trate de un miedo al compromiso que aún no has identificado. Este se produce como un temor a quedar atrapado en la relación y a que esta nos prive totalmente de libertad y autonomía; también se manifiesta como un miedo a tomar la decisión incorrecta, aumentando nuestra vulnerabilidad al estrechar la relación con un otro.
En definitiva, podemos elegir no tener pareja; estamos en nuestro derecho, y como vemos, podemos tener muchos motivos no patológicos para no hacerlo. No obstante, también es posible que haya ciertos conflictos personales o emocionales por resolver y que esas reticencias solo sean la alfombra que esconde debajo un buen volumen de sufrimiento.