“El primer deber de un Rey… es desterrar de palacio a sus aduladores, porque son perniciosos y sus alabanzas logran que el gobernante magnifique sus errores”. El Rey Sol.

Por: Efraín Flores Maldonado

En estos tiempos en que el poder público se está desgastando, desgajando, es importante reflexionar sobre su esencia y eficacia y sobre todo sobre las formas en que adquiere prestigio y las formas en que lo pierde en la conciencia popular. La ineficacia y la corrupción son gigantes que aplastan en geografías diversas a los gobernantes de nuestro tiempo. Por ello considero valioso regresar nuestro pensamiento al pasado, buscando ideas relevantes sobre el ejercicio eficiente del poder y quizá advirtiendo los motivos por los cuales se desgasta el honor y el prestigio personal de un gobernante. Entre mis libros más estimados están las memorias de Luis XIV sobre el positivo ejercicio del poder, dedicadas a su hijo, quien por cierto no pudo aplicarlas, por morir antes de suceder a su progenitor. Luis XIV no había cumplido 5 años de edad y ya era Rey de Francia, asesorado oportunamente por los clérigos Richeliu, Mazarino y Bousset. El primero era detallista y maquiavélico; Mazarino observador y visionario y Bousset intelectual contundente, que cotidianamente repetía al joven rey que “el poder puede ser totalitario, pero jamás debe ser arbitrario”. El rey sol inicia la hechura de sus memorias en 1668 y su hijo muere en 1711, cuatro años antes del deceso de su padre. Ahí quedan sus recuerdos y consejos para quien nunca tomó el poder. En sus líneas el rey recomendaba advertir en su entorno las miradas de lealtad y otras “con pretensiones de propiedad”. Recomienda no designar hombres en el poder por el azar, sino fundamentalmente “por el mérito”, porque quienes ejercen mando sin formación política pasan por el reino “sin utilidad y sin gloria”. Propone usar siempre el sentido común y estar pendiente para “descubrir las intenciones más lejanas de nuestros cortesanos, así como sus intereses legítimos y los más obscuros”. El príncipe, dice el autor, debe procurar ser acertado en sus decisiones y en sus opiniones, porque el mayor beneficio para el reino “está en la reputación del príncipe”. Para hacer un buen gobierno, el príncipe no debe vengarse “por simple placer”, pues el resentimiento y la cólera solo generan injusticias contra los súbditos. El rey sol dice a su hijo que tiene más honor el súbdito que abiertamente critica al rey “que todos aquellos que estando cerca de mí, estoy bien informado que me traicionan y que no me tienen respeto ni afecto verdadero”. Visionario dice que solo puede ser un gran rey quien reúne “el talento de los súbditos más competentes” y que con esto el gobernante se hace poderoso, porque su autoridad es eficiente, equitativa, vigilante y laboriosa. Advierte las consecuencias del poder dictatorial y abusivo cuando afirma que “los imperios donde domina el terror y donde el capricho del príncipe es la única ley, son más difíciles de herir, pero la primera herida que reciben es mortal, porque todos los súbditos apoyan su derrumbe y lo favorecen inmediatamente”. Reitera el valor de la palabra regia y por ello recomienda no darla “sin haberlo pensado maduramente”, pues las voces dichas por particulares carecen de importancia y con frecuencia las mismas palabras, dichas por el rey generan esperanza, certeza y confianza que no debe ser defraudada. Esto y mucho mas dice en sus memorias el rey sol; aquel que en la cúspide consciente de su poder se atrevió a decir “el Estado soy yo”. Frase que todavía en estos tiempos modernos merodea atropellando el razonamiento de los gobernantes modernos en quienes todavía no está completa la idea de que el verdadero poder es popular y que está en las calles más que en los palacios, los cuales son tomados e incendiados por muchedumbres insatisfechas y engañadas. El poder hoy, es más frágil que ayer y sin embargo sigue siendo todavía el principal medio para construir el bienestar y la felicidad de los pueblos. *Doctor en Ciencia Política.

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