La nueva normalidad establecida desde principios de 2020, gracias a la llegada de la pandemia por el covid-19, incluyó para al menos 131 mil 325 niños y adolescentes en México el aprender a vivir sin su padre, su madre o sin ninguno de los dos: quedaron en la orfandad luego de que sus cuidadores murieran por culpa del coronavirus. Estas cifras contabilizan los casos hasta el 31 de julio de 2021.

El próximo martes 9 de noviembre se conmemora el Día Internacional de los Huérfanos. En términos generales, perder al padre o a la madre no es un hecho sencillo. Sin embargo, ser menor de edad, vivir en medio del estrés y las restricciones que provoca una pandemia; y quedar en el desamparo constituye un trauma mayor para quien lo transita.

De acuerdo con Rocío Rubio, antropóloga y maestra en estudios políticos: “El uso del tapabocas, el lavado de manos y los metros de distancia, más que medidas de bioseguridad, se transforman simbólicamente en barreras para ser consolados, contenidos y acompañados. Por eso se necesitan estrategias de apoyo y reparación para estos niños o niñas, pero no como medida de emergencia, sino como proyecto a largo plazo”.

En el artículo “Estimaciones mínimas mundiales de niños afectados por la orfandad asociada al covid-19 y la muerte de los cuidadores: un estudio de Modelo”, publicado en 2021, se señala que por cada dos muertes a causa del SARS-COV-2 un niño pierde a alguien que lo cuide. El dato refleja que dentro de los 10 países con más fallecimientos por esta circunstancia en el mundo, las niñas y los niños de México han sido los más afectados en cuanto a la pérdida de cuidadores primarios y secundarios.

Es importante, apunta Rocío Rubio: “Pensar cómo se vive la pérdida de un ser querido, adulto significativo o cuidador cuando se está aislado de otros entornos. Incluso, cuando hay cuadros ansiosos o depresivos a raíz del confinamiento y hacinamiento. También, cuando se agudizan los síndromes de estrés postraumático por una perdida abrupta, o cuando los duelos son parciales o deben ser postergados debido a la pandemia”.

“La deuda de bienestar y salud mental para esta población está aumentando. Las soluciones son casi inexistentes y no se encuentra nada cuando se aspira a alternativas diferenciadas por género o rango de edad”, agrega.

En su artículo “La orfandad ocasionada por la pandemia”, Carla Angélica Gómez Macfarland señala que existen distintos factores que incrementan la existencia de huérfanos como lo son las epidemias. En ese sentido: “Una epidemia que causa orfandad en niñas y niños es la del VIH/Sida y que, además, ellos también corren el riesgo de infectarse”. Otros factores, subraya el documento, son los desastres naturales, la guerra y el hambre.

De acuerdo con los datos más recientes del padrón del Consejo Estatal de Familia del Sistema DIF estatal, en Jalisco se tiene a una población de alrededor de 5 mil niños viviendo en albergues; de los cuales casi 2 mil llevan un proceso de custodia y/o tutela. Además, la Procuraduría para Niñas, Niños y Adolescentes del estado reportó que tan solo de enero a julio de 2021 se habían sumado 51 casos de menores de edad que habían perdido a uno o a sus dos padres a consecuencia de la pandemia.

En “Estimaciones mínimas mundiales de niños afectados por la orfandad asociada al covid-19 y la muerte de los cuidadores: un estudio de modelo”, se explica que en 21 países, hasta el 30 de abril de 2021: “862 mil 365 niños habían quedado huérfanos o habían perdido a un abuelo con custodia debido a la muerte asociada al covid-19. De estos, 788 mil 704 niños quedaron huérfanos de una madre, un padre o ambos, y la mayoría perdió a uno de los padres; 73 mil 661 perdió al menos un abuelo con custodia; y 355 mil 283 perdieron al menos un abuelo o algún pariente que residía con él.

Cabe señalar, dice el documento: “Que los países con mayor número de niñas y niños que perdieron a cuidadores principales, ya sea padre, madre o abuelos, para el mes de abril de 2021 fueron Sudáfrica, Perú, Estados Unidos, India, Brasil y México”. El número de menores que sufrieron alguna pérdida oscila entre 94 mil 625 a 141 mil 332, dependiendo de cada país.

De 21 países, Perú, Sudáfrica, México, Brasil, Colombia, Irán, Estados Unidos, Argentina y Rusia fueron los países que tuvieron al menos uno de cada mil niños que experimentaron pérdida por muertes asociadas al covid-19 de cuidadores primarios.

Para la investigadora Rocío Rubio: “Más allá de los estimativos aparece una tragedia que se narra sin asombro, como otras tantas cuyos protagonistas son infantes y adolescentes. Tragedia que era previsible en un contexto de pandemia, y más en países con alta marginalidad, pobreza y violencia, donde las medidas de protección son precarias o simplemente inexistentes. Pero que una tragedia sea previsible, significa que es posible anticipar estrategias que atiendan la emergencia, contengan y acompañen a quienes pertenezcan al grupo vulnerable”.

“Aunque era inevitable tomar medidas de confinamiento y aislamiento, también debió pensarse en los efectos de estas medidas sobre la infancia, particularmente en vista de la dependencia casi exclusiva de los niños de sus entornos familiares”, insistió. De acuerdo con los informes de UNICEF y de Niñez YA hay un retroceso mundial en los indicadores de bienestar de menores de edad, pero la situación es aún más crítica para quienes están en orfandad. En estos se resalta que las tasas de trabajo infantil en condiciones no reguladas y peligrosas están y seguirán aumentando a pesar del sub registro.

“Si el contexto anterior a la pandemia ya era desfavorable, la vulneración de los derechos de los menores de edad se agravó con la pandemia. Los huérfanos dejan de ser dependientes y sujetos de protección, un hecho que se agudiza si la familia era monoparental y si a causa del covid-19 se pierde al único adulto responsable de orientar sus vidas”, puntualizó Rubio.

Asimismo es previsible el aumento de la participación de menores de edad en la comisión de delitos. También aumentarán las peores formas del trabajo infantil como decir actividades relacionadas con la cadena del narcotráfico; el reclutamiento ilícito por parte de grupos rearmados y disidencias presentes en muchas regiones del país; la trata de personas y otro tipo de explotaciones económicas, como lo alertó Human Rights Watch el presente año”, añadió.

Aseguró que muchas niñas y adolescentes huérfanas asumirán la función de cuidadoras de manera permanente, pero esta no necesariamente será una actividad que permita nuevos aprendizajes significativos, o que propicie más responsabilidades y autonomías en entornos familiares. Por el contrario, será un modo de vida. Será un destino trazado que agravará las desigualdades de género.

En abril de este año, especialistas de la Universidad de Guadalajara aseguraron que, ante el incremento de la pobreza que se esperaba a raíz de la pandemia sería previsible un aumento en la población de niños y niñas de la calle en el Área Metropolitana de Guadalajara (AMG), ya que muchos padres y madres, ante el desempleo, como estrategia de sobrevivencia sumarían a sus hijos e hijas al trabajo en calle.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) calcula que en Latinoamérica la población de pobres, por la pandemia, podría incrementar en ocho millones y hasta 12, y calcula que México podría contribuir en ese crecimiento con dos o tres millones.