Hoy el mundo pasa por tiempos agitados y ciertamente difíciles, demasiadas cosas que apenas hace pocos tiempo dábamos por seguro, han quedado en evidencia gracias a las diversas crisis, sin olvidar a la pandemia por la que sucedimos.
La capacidad de actuar conjuntamente también se ha visto comprometida y de la misma manera se ha evidenciado la fragmentación o división en los diferentes segmentos de la sociedad que componen la población de todo el mundo.
De pronto nos vimos tal cuál somos, seres que necesitamos de los demás. Aquello de que podemos dominar al mundo hoy vemos que resulta ser una falacia y que la realidad es distinta, que aquello que verdaderamente tiene valor humano y que por lo tanto no tiene precio, las más de las veces está a nuestro alcance, pero le hemos perdido la importancia y a veces nos resulta hasta indiferente.
Hoy vemos como las grandes palabras como Justicia, Libertad, Unión y Democracia, son utilizadas y manipuladas sin respeto a su muy humano y alto significado, siendo usadas para la imposición de ideologías con motivaciones contrarias a la buena política, al desarrollo de sociedades sanas y al servicio público.
Hoy las dádivas que le roban la dignidad a muchas personas, se traducen en número de votos incondicionales, dandoles tratos de mercancías y/o clientes.
Es un triste hecho que el mundo vive dividido, que el mundo y nuestro país a lo largo de su existencia, han pasado por momentos muy difíciles también de grandes brechas y divisiones, y ahí están los centristas y los federales, la izquierda y la derecha, los liberales y los conservadores, estableciendo distintos Méxicos, viéndonos pocas veces como mexicanos totales miembros de una misma nación.
Conozco a muchos y sé que detrás de ellos son millones de mujeres y hombres que tienen grandes aspiraciones en la vida, con sed y hambre de trascender, de acceder a grandes cosas, aquellas que elevan nuestro espíritu y nos acercan a la belleza, a la bondad, al amor.
A veces las malas cosas se acompañan de alguna buena lección, y en estos tiempos en que la pandemia queda atrás, una lección positiva es que los sentimientos de esperanza han resurgido, observando que la esperanza puede hacernos ver más allá de comodidades superfluas y de seguridades que hemos perdido, habría que tomar conciencia de ello para dar lo mejor de cada uno de nosotros y abrirnos a los grandes ideales.
Hoy la política se mal entiende en su verdadero concepto y escencia, lo que la ha llevado a corromperse haciendo notorias las disputas internas de diversos grupos o corrientes políticas tanto nacionales como internacionales, vemos como se privilegia la política de los intereses personales sobre los de la comunidad.
La buena política necesariamente debe observar concientemente las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de oportunidades, casas y tierra, donde se fundamente el bien común como razón de ser y motivo principal del Estado de Derecho, entendiendo que el desarrollo debe necesariamente apuntalar los derechos humanos todos, así como los de las personas, los sociales y los políticos.
Los políticos de hoy tienen el deber de tomar en cuenta seriamente la fragilidad de sus gobernados, deben ser hacedores y constructores de grandes objetivos, construir futuro, con una amplia visión real y práctica, que les permita y se permitan obligadamente a provocar nuevos caminos para enfrentar los problemas del mundo, renovando de raíz sus estructuras, sus organizaciones y sus leyes adecuándolas a la actual realidad.
Cosa contraria a la buena política es el populismo, corriente que desafortunadamente se ha venido dando en todo el mundo pero que su bastión principal al parecer lo es América Latina. Me refiero al populismo que trastoca y tergiversa a la buena política, aquello que utiiza al pueblo y que resulta popular para continuar en el poder, polarizando a la sociedad, dividiedo y fomentando el uno contra el otro, anteponiendo las diferencias a las coincidencias y a lo común, a lo que nos permite ir hacia adelante. Igualmente me refiero a ese populismo que con malas formas pretende el avallasamiento de las instituciones y de la legalidad derivando en algo insano, gracias a la habilidad con que algunos cuentan para cautivar con algún signo ideológico al servicio de sus intereses personales, con ideas unipersonales alejadas de las ideas, propósitos y bienes comunes, sumando popularidad en base a las inclinaciones más bajas y ruines de ciertos sectores de la población.
Trabajar por el bien común no es trabajo fácil, sin embargo es obligado trabajo para el buen desarrollo de la comunidad y de sus ciudadanos. Con la noble herramienta del diálogo y por más diferencias que podamos tener, con este instrumento siempre se podrá encontrar más fácil la coincidencia de intereses, haciendo de la buena política el medio para fines grupales y personales coincidentes y coherentes con el bien común al Estado de Derecho y al interés general, dejando de lado y muy atrás, lo inmediato, que no es más que otra muestra de degradación de liderazgo, que solo obedece valga la redundancia, a la inmediatez para garantizar votos y aprobación, lo que no abona para las árduas tareas y constantes responsabilidades que un buen político debe saber realizar con mesura y sensatez.
Finalmente considero que los del poder y los de la oposición, deberían demostrar con sus acciones que la sociedad no está dispuesta a la confrontación estéril, la que además de aturdir, molesta e irrita al ciudadano, bloqueando la construcción de un buen futuro común. Ambas partes tienen la oportunidad de demostrar que en el momento inaugural de la democracia, la buena política debe prevalecer sobre los hábitos y costumbres que han contribuído al atraso y a la decadencia de nuestra sociedad, sabiendo adaptarnos a la realidad y al mundo actual en que vivimos.
Política es armonizar los legítimos intereses, visiones, aspiraciones de los individuos y grupos en la busqueda del bien común.
La democracia no puede florecer si no se practica la buena política.
Les abrazo.