Vaya semanas intensas se han vivido en Guerrero. En esta tierra siempre pasa de todo, pues es el bravío territorio suriano de lo insólito, de lo increíble, de lo inaudito, dicho esto en todos los sentidos. Si hay un estado intenso en el mapa de la república, ese es sin dudar, Guerrero.

Evelyn va para cinco meses en el poder. Su administración ha resultado tan light, que pareciera que acabara de asumir ayer. No extraña. Si analizamos el actuar de los gobernadores de Morena en general, quizá con excepción de Claudia Sheinbaum, más que mandatarios, parecen simples burócratas administradores de lo que hay.

No me pregunten, por ejemplo, sobre el inútil del gobernador veracruzano Cuitláhuac García Jiménez. Nefasto en el manejo político, torpe en la relación con sus gobernados, proclive a la arbitrariedad, pero eso sí, maquillado con un aura de personaje bonachón, que fue la cualidad palomeada por su mesías López, para hacerlo gobernador. Una vergüenza, pero a mí no me reclamen, díganle a los desinformados y manipulables de mis paisanos, porque yo no voté por él.

En Guerrero por lo menos Evelyn gobierna de manera muy cosmética, aparentando que se avanza, pero en los temas digamos secundarios, porque la problemática principal del estado, que todos conocemos, sigue igual, es decir, la renovación gubernamental, con su cauda de promesas y más promesas, se está quedando corta.

Desde luego que esa política sin energía, sin rumbo, sin proyecto, contamina al resto de las instituciones y las sume en una permanente crisis. El alegato transformador de la 4T se está desgastando, porque en términos reales no se ha transformado nada.

Basta recordar lo que pasa en el otro poder, el legislativo. Con la hegemonía de Morena, que se repite ya en dos periodos, al edificio del Trébol Sur de Chilpancingo llegó una época oscurantista, de confrontación permanente, de casi inexistente liderazgo. La labor parlamentaria sustituida por la permanente feria de las ocurrencias de diputados que no tienen idea de lo que hacen ahí, porque llegaron por dedazo.

Aquellas legislaturas en que había debate de altura, cuando el Congreso era un interlocutor inteligente, respetable y genuino, han pasado a la historia. Con la carrera legislativa prostituida como está ahora, el Congreso es ahora tan pequeño y tan equis como su líder, el insigne diputado Alfredo Sánchez Esquivel.

Por cierto, el diputado ayutlense mantiene la presión en torno al proceso de designación del nuevo titular de la Auditoría Superior del Estado, institución que obviamente desea controlar mediante incondicionales que sirvan a los intereses de su facción. Es la danza del tráfico de influencias, la simulación y las componendas, con un proyecto de por lo menos ocho años.

Aquí la gran pregunta, ¿contará Sánchez Esquivel con el aval de Evelyn para tomar por asalto la ASE? Pues como están las cosas, vaya usted a saber.

Y como colofón, para que tengamos idea del deterioro institucional que vive la entidad, la deleznable imagen de toda una señora fiscal general del estado protagonizando una confrontación física en sus oficinas, en la que se dijo víctima de una funcionaria fuera de sí porque no le gustó su cambio de adscripción, montó en cólera… y la mordió. Vaya, como en un capítulo de SCI NY.

Ignoro el qué consistió el profundo estudio efectuado en el Congreso para valorar los merecimientos de Sandra Luz Valdovinos Salmerón y decidir nombrarla fiscal general del estado. En su hoja de vida sólo encuentro que ha ocupado puestos medios en la Sedena y es todo. Seguramente con esa experiencia concluyeron que es toda una conocedora del Derecho.

Creo que Sandra Luz, en lugar de tratar de lavar la imagen de su labor como fiscal a través de boletines, en lo que debería estar muy ocupada es de sacar a la Fiscalía de la total inoperancia en que se encuentra.

Y esto no me lo invento yo. Según la organización civil Impunidad Cero, la efectividad de la Fiscalía de Guerrero es de apenas 3.5 por ciento, entretanto la probabilidad de que se esclarezca un delito cualquiera es de apenas de 0.1 por ciento, es decir, nada.

En otras palabras, la Fiscalía no procura justicia, procura impunidad. En eso debería enfocarse Sandra Luz. Ojalá le alcancen los seis años del “periodo improrrogable” que le regaló el Congreso con línea de muy arriba, porque aquello de que las fiscalías son autónomas, son puros cuentos.

Y de las demás instituciones, como por ejemplo la otrora reconocida Comisión Estatal de Derechos Humanos, por cierto, pionera en el país, mejor ni hablamos. Da pena ajena.