“¿Y cómo respirar? Con gran ahogo, a no ser que se mienta o se comparta la brisa del Poder”, Jorge Guillén, poeta español de la llamada «Generación del 27».
En Morena de Guerrero parece que están enmielados con el poder, embelesados. Los nuevos alcaldes, funcionarios y legisladores de dicho partido –incluyendo a regidores- llevan entre 5 y 3 meses en sus respectivos cargos, y parece que todavía no se acaban de sentar en sus cómodos sillones o curules. No están capitalizando que aún cuentan con la legitimidad de su victoria en las urnas, quién sabe hasta cuánto tiempo más.
En el Poder Legislativo local no hay un operador político eficaz que logre sacar los grandes temas. El o la titular de la ASE no ha podido ser designado. La nueva fiscal fue impuesta desde las Fuerzas Armadas. Y el tema de la despenalización del aborto no tiene para cuándo ser aprobado. Mientras tanto, en el Congreso de la Unión, los diputados federales y los senadores guerrerenses de Morena andan dispersos.
El único que está capitalizando su experiencia es Félix Salgado Macedonio. Se fue a recorrer el territorio para ayudar al presidente López Obrador en la consulta de revocación de mandato, que ya está a la vuelta de la esquina. Apenas el fin de semana que pasó, Adán Augusto López, titular de la SEGOB, le puse una regañiza a los demás senadores de Morena, en plena plenaria, porque no están haciendo lo propio.
Mientras tanto, la ahora oposición está intentando ganar espacios entre el vacío de poder que se percibe. Alejandro Bravo Abarca, con el aval del ex gobernador Héctor Astudillo Flores, se reúne con dios y con el diablo. Quiere pues ser el presidente del PRI estatal. Apenas difundieron una foto de él con Ángel Heladio Aguirre Rivero.
El ometepequense fue el articulador de la fallida alianza que hizo candidato a Mario Moreno Arcos. Este último, entre la derrota, la sorna y la depresión, aún pretende ser rival en la contienda interna priista. No creo que le alcance.Tendría que contar con los liderazgos que lo acompañaron en campaña, con la estructura tricolor.
Bien se sabe que en la derrota se conoce a los amigos. Y como Moreno Arcos nunca había perdido una elección en toda su carrera política, ahora entiende que el perdedor casi siempre queda un buen rato en la soledad y en el ostracismo, en un rincón oscuro del que es difícil salir, aunque no imposible.
Sólo basta recordar cuando Zeferino Torreblanca Galindo arrasó al propio Astudillo Flores, que, dos administraciones después, logró convertirse en gobernador, ante la desastrosa gestión de la mal llamada “izquierda” guerrerense, esa misma que impulsó a Aguirre Rivero, que ni siquiera había renunciado al PRI, a finales del 2010, cuando ya era el candidato del PRD a la gubernatura.
Como Torreblanca Galindo no metió las manos, el ometepequense arrasó en las urnas, con el apoyo de todos los priistas que no querían a Manuel Añorve Baños, su primo, quien en la actualidad es tan amigo y un aliado de Félix Salgado Macedonio y, de su hija, la ahora gobernadora, Evelyn Salgado Pineda.
Y como le gusta cerrar sus artículos de opinión al propio Aguirre Rivero: “La vida es así…”. También la política guerrerense, un círculo infinito, en el que el poder se lo reparten los mismos de siempre. Los enemigos del ayer, son los aliados del hoy, y viceversa.
@CarlosAlvarezMX