Roberto Fuentes Vivar

Este miércoles concluye el periodo de Carlos Salazar Lomelín al frente del Consejo Coordinador Empresarial, por lo que los siete organismos con voz y voto en la llamada “cúpula de cúpulas” deberán nombrar a su sustituto.

Pero ¿en qué condiciones?

1.- Representatividad.– El sector empresarial “formal” enfrenta su mayor crisis de representatividad en la historia, pues de casi cinco millones de unidades económicas en el país, están afiliadas a alguna cámara sólo 224 mil 433, la cifra más baja desde que en 1996 se eliminó la obligatoriedad de las empresas de estar integradas a alguna cámara. Si se toma en cuenta el número total de empresas en el país resulta que el Consejo Coordinador Empresarial solo representa al cinco por ciento del total.

2.- Corrupción.- Los escándalos de corrupción en las cámaras y confederaciones han sido constantes. Incluso existen señalamientos de que en las dos grandes confederaciones (de cámaras industriales y de cámaras de comercio) se registraron en el sexenio pasado posibles fraudes con dinero público por más de 500 millones de pesos, los cuales han sido denunciados por los mismos empresarios y por organismos como la Auditoría Superior de la Federación.

3.-Interlocución.- El Consejo Coordinador Empresarial es (no por ley, porque no aparece en las legislaciones correspondientes y sí se mencionan a las dos grandes confederaciones) el principal interlocutor de la iniciativa privada ante los tres poderes constitucionales. Bajo su presidencia, Carlos Salazar Lomelín intentó mantener el nivel de interlocución con el presidente Andrés Manuel López Obrador (quien sí reconoció los esfuerzos del dirigente), sin embargo pesaron más los acercamientos directos de los grandes empresarios, muchos de ellos miembros del Consejo Mexicano de Negocios.

4.-Divisiones.– En el periodo de Salazar (quien tuvo el difícil papel de tratar de lograr acuerdos con la IV Transformación a pesar de ser representante de Fomento Económico Mexicano, una de las empresas francamente opositoras al gobierno de López Obrador) se presentaron diferencias visibles entre los organismos que integran el CCE, porque algunos de ellos (como la Confederación Patronal de la República Mexicana) exigían un mayor enfrentamiento con los poderes Ejecutivo y Legislativo.

Democracia.– Uno de los efectos que también ha llevado al CCE a su crisis de representatividad es la falta de democracia en sus elecciones internas. Los casos más graves se presentaron en los procesos electorales del año pasado en las dos grandes confederaciones (Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio y Confederación de Cámaras Industriales). En ambos casos se presentaron quejas en ese sentido.

Liderazgo.– Paralelamente se ha presentado en los organismos empresariales una falta de capacidad de liderazgo, pues en la mayoría de los casos se ha creado una especie de burocracia empresarial que busca llegar a la dirigencia para hacer negocios particulares y generalmente se olvidan de sus representados, dejando a la deriva a las micro, pequeñas y medianas empresas y generando casos de corrupción como los ya mencionados.

El Proceso.– Hay dos personajes inscritos para contender por la presidencia del CCE: Francisco Cervantes y Bosco de la Vega. El primero proviene del sector industrial y ha sido señalado como posible involucrado en el fraude con dinero público mediante el cual el gobierno de Enrique Peña Nieto dotó a la Concamin ( Confederación de Cámaras Industriales) de muchos millones de pesos para que sirviera de intermediario y así apoyar a las empresas del sector secundario de la economía, pero parte de ese dinero desapareció. El segundo fue presidente del Consejo Nacional Agropecuario y durante su gestión se eliminaron todas las alianzas y la interlocución que habían logrado sus antecesores, al dejar buena parte de las relaciones interinstitucionales en Laura Tamayo, vocera de las principales empresas transnacionales de transgénicos y convertir el organismo en una especie de ente endogámico sin capacidad de interlocución con otros actores. Como dato curioso Bosco de la Vega ha utilizado como discurso para su candidatura al CCE que ha faltado sensibilizar a la sociedad sobre la labor empresarial, cuando en su gestión al frente del CNA destruyó precisamente esa sensibilidad.

Peñanietismo.– Lo que sí es un hecho es que los dos contendientes tuvieron cercanía con Enrique Peña Nieto cuando era presidente de México. Incluso Cervantes hizo toda su carrera en la burocracia empresarial en el estado de México y hasta fue funcionario de esa entidad, por lo que se consideraba “compadre” del ex mandatario mexicano. Bosco de la Vega por su parte, desde su toma de posesión expresó todo su apoyo a Peña Nieto, mientras que en varias ocasiones criticó a Andrés Manuel López Obrador y la IV Transformación. Ahora dice que no buscará confrontaciones.

Sin Retorno.– Otro los hechos que parece casi seguro es que sea quien sea el nuevo presidente del Consejo Coordinador Empresarial (los momios apuntan a Francisco Cervantes) la vida no volverá a ser igual, ni la interlocución con el Poder Ejecutivo será de “derecho de picaporte” como lo fue hasta el sexenio de Enrique Peña Nieto. La prueba es que el año pasado el presidente no asistió a la toma de posesión de los presidentes de la Concamin y Concanaco.

Oposición.- Prácticamente existen tres escenarios sobre el futuro del CCE. Uno es que mantenga la capacidad de diálogo que mostró en muchas ocasiones Carlos Salazar. Otro es que definitivamente el empresariado se ponga las pilas y comience a privatizar la iniciativa privada (es decir que deje de depender de las decisiones del gobierno) jugándosela con el país y amoldándose a la nueva realidad que se vive en México. El tercero es que definitivamente se convierta en oposición, como lo fue en su nacimiento en 1975 y como lo sugieren muchos de las grandes fortunas que han visto desaparecer sus privilegios y que, de manera hipócrita apoyan financieramente los golpes a Andrés Manuel López Obrador, mientras que públicamente dicen respetar el estado de derecho.

Realidad.- La realidad es que México necesita un sector privado comprometido con el país y no con intereses personales y sectoriales. Que sepa entender las necesidades sociales y no las esconda para obtener utilidades muchas veces ofensivas para el resto de la ciudadanía. Que sea capaz de invertir para vender más productos o servicios o ganarle a la competencia, sin esperar que el gobierno la apoye indiscriminadamente. Que entienda que la representatividad empresarial debe atender las necesidades de las micro empresas y no sólo las de los grandes consorcios.

Ojalá me equivoque, pero seguramente el nuevo presidente del Consejo Coordinador Empresarial no entenderá los mensajes que la sociedad envía diariamente a ese sector, al que considera corrupto, abusivo, oportunista, déspota, sobreexplotador y muchos epítetos más.

Así lo demuestra la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental del INEGI que coloca a los empresarios en el lugar 18 de 25 sectores calificados por la confianza de los ciudadanos, muy por debajo del Gobierno Federal, las universidades, la iglesia o los organismos autónomos.

Dice el filósofo del metro: el respeto nunca se compra, se gana.