Por Efraín Flores Maldonado

“En términos generales, los maestros son responsables y procuran saber más para enseñar mejor, con educación de calidad “. Francis Fukuyama.

Con gratitud y aprecio a mi muy estimado maestro Dr. Eduardo López Betancourt.

Francis Fukuyama nació en Chicago, Illinois en 1925. Doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Harvard y profesor de Economía Política Internacional en la Universidad Johns Hopkins de Washington. Es uno de los académicos más prestigiados de la Fundación RAND (investigación y desarrollo), fundada en Estados Unidos de Norteamérica el 14 de mayo de 1948, para la formación de las fuerzas armadas.

Los cerebros selectos que la conforman, han llevado a la opinión pública a considerarla como un tanque de ideas (think tank).

Fukuyama en 1989 publicó un artículo titulado ¿el fin de la historia? Y en 1992 desarrolló ampliamente dicho artículo, en un libro al que tituló “El fin de la Historia y el Ultimo Hombre” en el que sostiene que, “tras el fracaso del comunismo como proyecto social en la Unión Soviética y en general en los diversos países del mundo donde se ha intentado la democracia liberal y el modelo de economía de mercado, han quedado prácticamente sin rival”.

En el año 2004, un nuevo texto de su autoría al que tituló “La Construcción del Estado”, en el que aborda el tema del Estado y en sus contenidos se refiere muy destacadamente al tema de la educación.

Dice Fukuyama que la institución del Estado en su versión primigenia “se remonta a unos 10,000 años, cuando surgen las primeras sociedades agrícolas en Mesopotamia”. Asegura el autor que, tanto en su génesis lejana como en los primeros rasgos en su existencia moderna, el Estado ha desarrollado funciones como poder coactivo básico y fundamental para “defender los derechos de propiedad, procurar seguridad pública, confiscar bienes… y en sus extremos, vulnerar los derechos de sus ciudadanos”.

Afirma que, todo Estado debe desempeñar funciones mínimas, intermedias y dinámicas; entre las primeras está la defensa de la ley y el orden, derechos de propiedad y protección a los débiles; entre las intermedias, otorgar seguridad social, proteger el medio ambiente y proporcionar educación; y en sus funciones dinámicas, establecer y desarrollar una política industrial que le permita generar riqueza pública y privada.

En el tema focal de la educación, Fukuyama dice que esta función intermedia del Estado, de proporcionar educación eficiente y de calidad, debe ser diseñada de tal manera, que sea permanente y “medir su rendimiento”.

Luchar desde su génesis, para propiciar que los maestros “rindan cuentas de su trabajo”, lo cual es posible en las grandes ciudades y permanece “totalmente oculto en las zonas rurales” por cuestiones geográficas y de histórica incomunicación humana.

El autor reconoce como avance, el que los padres de familia estén organizados en asociaciones y tengan información sobre el desarrollo escolar y el aprendizaje, pero ubicados en la falta “del poder político necesario para sancionar a los maestros o directores que no desempeñan correctamente su labor… y para recompensar a los que si lo hacen”.

En materia educativa dice Fukuyama, es posible detectar los casos de incompetencia graves y de fraude, pero se carece de la autoridad para juzgar y sancionar.

Para el autor, los Estados pobres tienen en la educación de calidad “un valioso capital social”, porque en términos generales, los maestros son responsables y procuran saber más para enseñar mejor, pero que la educación solo es un derivado de calidad en Estados nacionales o locales, cuyos gobernantes y dirigentes educativos tienen competencia, legitimidad, cultura general y cultura política.

En contrario, en los Estados débiles o fracasados, el problema educativo permanece insoluble.

El autor se pronuncia por Estados fuertes en los que es necesario “la creación de nuevas instituciones gubernamentales”, sobre todo las que impartan educación,porque en ellas descansa el perfeccionamiento de las competencias genéticas que tiene el ser humano.