Enfoque Informativo

Hasta el momento no se tiene conciencia ni cultura en materia de Protección Civil en Guerrero, siguen en pañales en el caso de los simulacros y la evacuación de personas en zonas de alto riesgo e inundables, se requiere de una nuevo mecanismo para alertar a la población sobre la presencia de tormentas tropicales y ciclones en el Océano Pacifico. 

Hace 24 años, Acapulco vivió la noche más larga de su historia, el huracán Paulina devastó la parte alta del anfiteatro porteño y colonias de la zona suburbana de este destino. Como recuerdo de aquella tragedia, se levantó un memorial, donde cada año se recuerda a las víctimas y se coloca la bandera a media asta en el puerto.

A pesar de esa tragedia, ni en Acapulco ni en Guerrero existe una política pública que evite el crecimiento de asentamientos humanos irregulares.

“Se sigue construyendo en zonas donde no está permitido y son consideradas como de alto riesgo, y violan constantemente el estado de derecho al legalizar zonas de alto peligro.

“No se hacen obras para mitigar o contener los daños, por lo que el paso de fenómenos naturales, los ciudadanos son los que padecen los desastres”, explico el ex titular de Protección Civil en la entidad, Melquiades Olmedo Montes.

El fenómeno natural, se originó de una onda tropical el 5 de octubre a unos 410 kilómetros al sur-suroeste del puerto de Huatulco, en el estado de Oaxaca, y había tenido un comportamiento errático.

Entre el 6 y 9 de octubre de 1997, el huracán alcanzó su máxima intensidad en el estado de Oaxaca y registró vientos de 215 a 240 kilómetros por hora; categoría 4 en la escala de Saffir-Simpson.

Pero fue la noche del 8 de octubre cuando empezó a llover y la madrugada del 9 cuando sucedió la mayor precipitación; en unas horas cayeron 411 litros por metro cuadrado.

Eran los tiempos del priísmo, en el estado estaba el gobernador sustituto Ángel Heladio Aguirre Rivero y como alcalde de Acapulco, Juan Salgado Tenorio.

Sin embargo, los habitantes de este destino turístico no aprendieron la dura lección que dejó el huracán, pues en los últimos 15 años han crecido los asentamientos humanos en zonas irregulares, sin que ninguna autoridad lo impida.

“Con cálculos conservadores, podría decir que el número de personas en zonas de alto riesgo se han triplicado sólo en Acapulco.

“Recientemente, un asentamiento irregular fue evitado. Pero ya había postes de luz, con la maquinaria se abrieron calles, se devastó la zona y nadie sabía nada”, reprochó Olmedo Montes, quién conoce las entrañas del puerto.

Olmedo Montes también recuerda que durante la madrugada del 9 de octubre de hace 24 años las intensas lluvias fueron suficientes para destruir una parte del puerto, dejando calles y avenidas inundadas, y la costera Miguel Alemán, hasta donde llegaron los cuerpos de rescate y seguridad.

Era tal el torrencial que arrasó con casas, negocios, residencias, vehículos, tanques de gas, caballos, y hasta oficinas de gobierno. La carretera Acapulco-Pie de la Cuesta se trozó y miles quedaron incomunicadas en la colonia Nueva Era, un asentamiento irregular.

Fue tal la fuerza del huracán Paulina que inundó el paso a desnivel del Papagayo, una obra del gobierno de Rubén Figueroa Figueroa. Los rumores decían que había mucha gente muerta, pero fue mentira.

Una de las zonas populares más afectadas fue donde se encuentran la colonia Santa Cruz, el FOVISSSTE, Palma Sola, Progreso, Morelos, Emiliano Zapata, Ciudad Renacimiento y el desarrollo habitacional del Infonavit El Coloso, aunque hubo muchas otras.

Aquella noche, al menos tres familias desaparecieron completamente, no quedó un solo integrante. Entre ellas, se encontraba la numerosa y conocida familia Centell, a quien, en la calle Zimapán, el caudal que bajaba de cauces y cerros se llevó; muchos más perdieron padres, esposas o hijos.

El sistema de drenaje colapsó, la energía eléctrica quedó destruida, las vialidades llenas de piedras, lodo, basura, cuerpos y postes. No había por donde transitar, todo era un caos y nadie atinaba a hacer nada.

En la morgue los cuerpos iban quedando apilados, estaban unos sobre otros. De niños, ancianos, hombres y mujeres; eran decenas de personas que acudían a buscar a sus familiares.

De acuerdo estimaciones posteriores de las autoridades federales, más de 400 personas murieron y muchas más desaparecieron. Cientos se quedaron sin viviendas y hubo quienes calcularon que los daños eran superiores a los 100 mil millones de pesos.

Aunque la franja turística, en sus dos segmentos, prácticamente no sufrió ningún daño. Incluso aquel día los trasnochados turistas y habitantes porteños iban saliendo de las discotecas y no daban crédito a lo sucedido.

Actualmente, se estima que unas 10 mil familias viven en zonas peligrosas. Cabe mencionar que quienes perdieron sus casas hace 24 años fueron ubicadas en zonas más seguras, pero la mayoría las abandonó y regresaron a vivir a las zonas de alto riesgo.

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