Por Efraín Flores Maldonado

“Nada me importan los silenciosos y mudos monumentos que en ocasiones consiguen gobernantes poco dignos ” Marco Tulio Cicerón.

Con este nombre fueron conocidos los 4 discursos que pronunció el Cónsul Romano Marco Tulio Cicerón en contra de Lucio Sergio Catilina, entre el 8 de noviembre y el 5 de diciembre del año 63 a.C.

Según Taylor Cadwell en su texto “La Columna de Hierro”, desde su infancia, Cicerón y Catilina cultivaron profunda y belicosa enemistad; Cicerón ordenado y creyente en la educación y el mérito y Catilina de inteligencia incultivada, seguro de que el éxito era producto únicamente de la tenacidad y la constancia, aun carentes del cultivo escolarizado y la capacidad para conquistar el poder deseado.

Catilina provenía de una antigua familia venida a menos en el ejercicio del poder en Roma a pesar de haber tenido en el año 380 a.C., un ascendiente Cónsul de nombre Cayo Sergio Fidenate. Catilina deseaba en un asalto, recuperar ese poder perdido.

En Roma fue Pretor y Gobernador de la Provincia de África. Fue derrotado por Marco Tulio Cicerón en el año 63 a.C. luchando por el consulado; por ello se acercó a los desprotegidos romanos, siendo un caudillo predilecto de la plebe, quienes lo siguieron en una conspiración para asaltar el poder en Roma y hacerlo dictador; pero en el año 63 a.C., la conjura fue descubierta y denunciada en el Senado del que Marco Tulio era miembro.

Cuatro fueron los discursos que pronunció Cicerón contra los golpistas y especialmente contra su líder Catilina.

La primera catilinaria fue pronunciada el 8 de noviembre de ese año en la que Cicerón procura provocar la salida de Catilina de Roma, obligándolo a replegarse y encabezar la rebelión anunciada para poder combatirlo.

Le dice “no hay nadie que no te tema ni nadie que no te aborrezca… tu aborrecida maldad no es tolerable”.

La segunda Catilinaria la pronunció Cicerón el 9 de noviembre y le dice al Senado que es un triunfo haber “obligado a Catilina a dejar la emboscada y pelear en campo raso… para hacerle públicamente la guerra”.

La tercera Catilinaria es del 3 de diciembre y presenta pruebas contra los insurrectos, pero advierte que “salió Catilina de Roma… dejando aquí a sus infames cómplices”; en la cuarta y última Catilinaria, Cicerón logra una condena a muerte de cuatro cómplices presos y de Catilina que estaba en fuga encabezando un ejército compuesto por la plebe inconforme.

Desde mi punto de vista la vida y pensamiento jurídico y político de Marco Tulio Cicerón dibujaron en su tiempo y para la posteridad valiosas reflexiones, entre otras, que la razón finalmente triunfa si es defendida con estratégica y tenaz inteligencia; que la perversidad en seres ambiciosos de poder encuentra en ocasiones, seguidores fieles, que ofrendan sangre y libertad arrastrados por demagogos populistas; y que la inteligencia cultivada tiene permanentes altares de reconocimiento cívico en la eternidad, como es el caso de Marco Tulio Cicerón.