Enfoque Informativo
Una expedición recogerá los sismógrafos que han medido la actividad de la Brecha de Guerrero; se debió hacer en 2020, pero lo impidió la pandemia.
El pasado fin de semana, un equipo de nueve científicos que estudia la temida Brecha de Guerrero zarpará este sábado en el buque oceanográfico El Puma a esa zona sísmica marítima para averiguar cuán alto es el riesgo de que se produzca un gran terremoto.
La expedición incluye a ocho científicos de la Universidad Autónoma Nacional de México (UNAM) y uno de la Universidad de Kioto, liderados por los sismólogos Víctor Manuel Cruz Atienza y Yoshihiro Ito.
El objetivo fundamental del equipo de científicos es recoger los sismógrafos que han medido la actividad de la Brecha de Guerrero y que debieron haberse rescatado en 2020, pero el estallido de la pandemia de Covid-19 hizo imposible organizar la expedición con anterioridad.
La actual actividad sísmica de la Brecha de Guerrero y los más de 120 años transcurridos sin un terremoto de consideración en esta área de 160 kilómetros de longitud mantiene en estado de alerta a los especialistas.
El proyecto del equipo de científicos mexicano-japonés comenzó hace seis años para estudiar la intensa actividad en la Brecha de Guerrero.
En la última semana se han registrado dos temblores de magnitud 4.8 y 4 en la escala de Richter —el 18 y 22 de marzo— con epicentro en la Brecha de Guerrero lo que da una idea de la permanente actividad sísmica en la zona.
Los científicos aprovecharon la estancia en el puerto de Mazatlán para estudiar los últimos movimientos telúricos y averiguar las posibilidades de que ocurran sismos de alta magnitud como el último de categoría 7 ocurrido el 7 de septiembre de 2021 en la Brecha de Guerrero.
Sismos lentos
En 1962 sucedió un fenómeno parecido. Las medidas recogidas indican que un sismo igual o de mayor magnitud que el de septiembre pasado puede suceder, aunque no sea algo categórico, explicó a Efe Víctor Manuel Cruz Atienza, geofísico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
La doctora en sismología Sara Franco, miembro de la expedición, añade que desde 1997 cuando se instaló la estación de Cayaco en Guerrero, con la que se observa continuamente y analiza la deformación de la corteza de terrestre asociada a los temblores, se registra la existencia de los llamados sismos lentos.
“Este tipo de sismos provocan una transmisión de la energía acumulada hacia los límites de la Brecha”, lo que explicaría porqué es en la periferia donde se dan los mega terremotos y no en el mismo centro de la Brecha, agregó.
Existe un consenso entre los científicos de la expedición acerca que desde diciembre pasado la Brecha de Guerrero está bajo el influjo de la acción de un sismo lento.
Analizar las consecuencias de este fenómeno es uno de los objetivos de investigación de la expedición, esto es averiguar si esto supone la liberación de energía o el prolegómeno de un gran terremoto.
El análisis de los datos de los sismómetros instalados en noviembre de 2019, la última vez que este grupo de científicos navegaron juntos a las aguas del estado mexicano de Guerrero, es crucial para intentar comprender cuál de las dos posibilidades resulta la más plausible.
La expedición tienen que navegar 1,400 millas náuticas hasta llegar a la zona marina rumbo a la Brecha de Guerrero, en busca de los siete sismómetros que servirán para averiguar la actividad sísmica en esta zona que une las placas de Cocos y Norte América.
El régimen tectónico en la costa de Guerrero en el centro de México está dominado por la subducción de la placa de Cocos debajo de la placa de América del Norte. La losa subducida alcanza una profundidad sísmica máxima de unos 60 km.4 La región de la costa de Guerrero está marcada por una brecha sísmica bien definida en la que no ha ocurrido un gran terremoto desde 1911, conocida como la brecha sísmica de Guerrero. Esta región está sísmicamente definida por una interfaz de empuje activa, que se extiende a una profundidad anómalamente somera de 25 km.
Recientes observaciones geodésicas continuas, posibles gracias al despliegue generalizado de receptores GPS, han revelado que los eventos de deslizamiento lento o los terremotos lentos en la placa son un fenómeno relativamente común. Tales observaciones prometen revolucionar nuestra comprensión del proceso de la fuente del terremoto, la interfaz de acoplamiento, el ciclo sísmico y la reología de la placa interfaz.
Dos terremotos lentos han sido reportados en el brecha sísmica de Guerrero. El primer terremoto silencioso ocurrió en 1998. Fue detectado por un receptor GPS continuo en Coyuca de Benítez, la única estación en funcionamiento en ese momento. El segundo fue más activo y mucho más grande, comenzó en enero de 2002, y duró alrededor de cuatro meses.8 Fue registrado por siete receptores GPS continuos ubicados sobre un área de 550×250 km2 y la energía liberada equivalió a un sismo de magnitud 7.6Mw.8 En varios artículos científicos se concluyó que los datos podrían interpretarse mediante uno de dos modelos extremos. Un modelo implica aumento del peligro sísmico en la brecha de Guerrero (deslizamiento sólo sobre la zona de transición), mientras que el segundo modelo apunta a la disminución del peligro (deslizamiento que se extiende sobre la zona sismogénica).