Enfoque Informativo
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Dicen que del amor al odio hay una línea muy delgada, pero lo cierto es que hay razones que explican esta sensación tan común.
Puedes querer muchísimo a tus padres, pero cada vez que los visitas, al poco, estás deseando marcharte. Es posible también que tengas un amigo al que conoces desde la infancia. Es adorable y buena persona, sin embargo, cada vez se te hace más pesada su compañía. Si estas experiencias te son conocidas, debes saber que no estás solo.
Todos tenemos relaciones ambivalentes con más de una persona de nuestro entorno. Hay figuras a las que apreciamos, queremos y respetamos y, a pesar de ello, en muchos instantes nos incomodan y hasta las odiamos en algún momento fugaz. Esa experiencia emocional, la de sentir “odio”, resulta tan paradójica, confusa e incómoda que es común sentirnos mal con nosotros mismos por ello.
Podríamos decir aquello de que estamos hechos de carne, células y sangre, no de chips y conectores de plástico. A diferencia de las máquinas, estamos sujetos a la contradicción emocional. También podemos recordarnos que no existen las emociones puras, no todo es amor sin fisuras. Sentir incomodidad, desprecio y enfado en nuestras relaciones es completamente normal.
Querer a alguien, pero no aguantarlo: ¿por qué ocurre?
No soportar a las personas que amamos no nos convierte en malas personas, sino en humanos de lo más corrientes. Esto es algo que sienten a menudo muchos maestros y profesores: adoran a sus alumnos con todo su corazón, pero hay días en que los detestan. Sin embargo, no odian realmente a esos niños, lo que les incomoda es su conducta intrusiva o que no respondan a sus demandas.
Lo mismo sucede en muchas familias. Uno puede querer de manera sincera, pura y auténtica a sus padres, a sus abuelos o hermanos. Sin embargo, somos conscientes de que, debido a ciertas actitudes, reacciones o valores, no podemos compartir mucho tiempo con ellos. Al final, el único modo de mantener el vínculo con ciertas personas es viéndolas lo menos posible.
Sin embargo, el tema se complica mucho más cuando esta sensación aparece en una relación de pareja. Querer a alguien, pero no aguantarlo y que sea el ser amado con el que convives, complica mucho más esta realidad. ¿Por qué ocurre? ¿Qué podemos hacer?
Amar y odiar a la vez, un fenómeno cerebral muy común
Querer a alguien y tener días en que no podemos soportarlo. ¿Te ha pasado alguna vez? Lo cierto es que la neurociencia tiene una respuesta para esto. Del amor romántico al odio hay una línea muy delgada. Tanto es así que un estudio del University College London indica que esto se debe a que dichas emociones comparten unos mismos correlatos neurales.
Experimentamos amor, cariño y afecto, así como odio y desprecio en las mismas áreas, como son la subcorteza cerebral, el putamen y la ínsula cerebral. Es muy común sentir aprecio y desprecio en un mismo día por alguien querido. Es del todo comprensible querer a alguien y no aguantarlo de vez en cuando.
Sentir complicidad, bienestar y felicidad al lado de una persona las 24 horas al día durante 7 días por semana es poco más que una quimera. Las personas nos definimos por sentimientos ambivalentes y esa contradicción emocional vertebrará toda nuestra vida y cada una de nuestras relaciones.
Es una experiencia a la que nos asomamos de manera temprana. Siendo niños, ya descubrimos que es muy fácil querer y despreciar a la vez. Lo descubrimos con nuestros progenitores, de quienes dependemos y amamos, pero a los que, en un momento dado, podemos detestar porque nos ponen límites y corrigen nuestras conductas.
Cuando existe amor, pero ya no nos aguantamos
No podemos negar una realidad. A veces, puedes querer a alguien, pero no poder vivir con ese alguien. Esto es más o menos manejable cuando hablamos de determinadas figuras familiares e incluso de amigos. Siempre podemos manejar el tiempo que compartimos con ellos para no llegar al límite. Para que nuestra cuota de agotamiento no se desborde en exceso.
¿Qué ocurre si la persona a quien no soportamos es nuestra pareja? Más allá de la propia ambivalencia emocional antes definida, hay problemas de convivencia que pueden hacer la situación insostenible. Reflexionemos en qué estrategias podríamos seguir en estos casos.
1. Clarifica qué no soportas en tu pareja
A menudo, cuando decimos que no soportamos al ser amado, lo que nos desgasta no es la propia persona, es su conducta. Por tanto, lo ideal es clarificar qué comportamientos nos son estresantes o incómodos y hacernos las siguientes preguntas:
¿Qué desencadena esas conductas? ¿Son acciones que siempre han acompañado a mi pareja o son nuevas de ahora?
2. Comunicar lo que te incomoda para buscar soluciones
Si el amor aún existe, busquemos soluciones entre los dos. Por tanto, si hay dinámicas negativas que nos resultan insoportables, hablémoslo con la otra persona y busquemos en común estrategias para mejorar la convivencia.
3. Cuando la relación ya no tiene sentido: querer a alguien, pero estar mejor sin ese alguien
Los seres humanos cambiamos y en ocasiones, las relaciones dejan de sostenerse a pesar de que exista el afecto. Es como el último hilo que sostiene una cuerda ya desgastada. No todo lo que hace el otro puede cambiarse, porque al exigir cambios estamos pidiendo también que dejen de ser ellos mismos. Tal vez, el problema esté en nosotros y no en la otra parte.
Querer, pero no soportar tiene muchas interpretaciones. Sabemos que el amor es complejo, que a veces y durante unos momentos podemos odiar a quien amamos. Pero al cabo del rato, surgen de nuevo la armonía y la complicidad. Sin embargo, si todo lo que vemos en esa persona nos genera rechazo, el afecto terminará diluyéndose por completo para dar paso al desprecio.
No lleguemos a este límite, procuremos ser consecuentes con aquello que sentimos y pongamos fin a lo que ya no tiene sentido.