Enfoque Informativo

Debido a la sobrecarga de información y a la monotonía de la vida durante lo peor de la emergencia sanitaria, es posible que nuestros cerebros estén olvidando parte de los meses más difíciles del Covid

¿Cuánto te acordás de los años de vida pandémica? Celebraciones canceladas, toques de queda, escasez de papel higiénico, aplausos nocturnos a los trabajadores sanitarios, nuevas vacunas, listas de espera para recibirlas y mucho más…

El Covid-19 trastornó la vida de todo el mundo, pero solo cambió realmente la vida de un subconjunto considerable de personas: los que perdieron a alguien a causa de la enfermedad, los trabajadores sanitarios, los inmunodeprimidos o los que desarrollaron Covidprolongado, entre otros.

Para el resto, con el tiempo, muchos detalles probablemente se desvanecerán debido a las peculiaridades y limitaciones de lo que nuestro cerebro puede recordar. “Nuestra memoria está diseñada para no ser como un ordenador”, afirmó en diálogo con The Washington Post, William Hirst, profesor de psicología de la New School for Social Research de Nueva York. “Se desvanece”, advirtió.

Por qué podríamos olvidar una pandemia

El olvido está íntimamente entrelazado con la memoria. “Una suposición básica que podemos hacer es que todo el mundo olvida todo todo el tiempo”, dijo Norman Brown, profesor de psicología cognitiva que investiga la memoria autobiográfica en la Universidad de Alberta. “El valor por defecto es el olvido”.

Para entender por qué podemos olvidar partes de la vida pandémica, ayuda entender cómo nos aferramos a los recuerdos en primer lugar. El cerebro tiene al menos tres fases interrelacionadas para la memoria: codificación, consolidación y recuperación de la información.

Cuando encontramos información nueva, nuestro cerebro la codifica con cambios en las neuronas del hipocampo, un importante centro de memoria, así como en otras zonas, como la amígdala para los recuerdos emocionales. Estas neuronas incorporan un rastro físico de memoria, conocido como engrama.

Gran parte de esta información se pierde a menos que se almacene durante la consolidación de la memoria, lo que suele ocurrir durante el sueño, haciendo que los recuerdos sean más estables y duraderos. Esencialmente, el hipocampo “reproduce” la memoria, que también se redistribuye a las neuronas del córtex para su almacenamiento a más largo plazo.

Una teoría es que el hipocampo almacena un índice de dónde se encuentran estas neuronas de la memoria cortical para su recuperación, como en la búsqueda de Google. Por último, durante la recuperación de la memoria, se reactivan las neuronas de rastreo de la memoria en el hipocampo y el córtex.

Los recuerdos no son fijos ni permanentes. La memoria está sujeta a cambios cada vez que accedemos a ella y la reconsolidamos. Lo que recordamos tiende a ser distintivo, cargado emocionalmente y considerado digno de ser procesado y reflexionado en nuestra cabeza después de que el suceso haya ocurrido.

Nuestros recuerdos se centran en la historia de nuestra vida y en lo que más nos afectó personalmente. Con este telón de fondo neural, la pandemia parecería inolvidable. Fue un acontecimiento aterrador e histórico, como la mayoría de la gente nunca se había encontrado antes.

Sobrecarga de información y monotonía

Pero pasaban tantas cosas que a nuestros cerebros les resultaba difícil codificar la sobrecarga de información que teníamos que cribar: máscaras, distanciamiento social, superpropagadores, más casos, más muertes, nuevas oleadas y nuevas variantes como Ómicron y Delta, y ¿quién se acuerda siquiera de todas las subvariantes?

“Se trata de un fenómeno de memoria muy fundamental”, indicó Suparna Rajaram, profesora de psicología que investiga la transmisión social de la memoria en la Universidad Stony Brook. “Incluso para acontecimientos emocionales tan destacados y situaciones tan relevantes que ponen en peligro la vida, que cuantos más tengas, más te costará captarlos todos”.

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