Héctor Briseño

Con su característica ironía, Carreto preguntó a comunicadores de la fuente deportiva si el reconocimiento que habían elegido para él sería post mortem.

—¡Cómo crees!, —y algunos empezaron a reír.

—Murió en la batalla, haciendo sus reportajes, como él quería. —Me comentó una semana después del último día que lo vi, su hermana María Esther Herrera, recién llegada de Puebla para estar presente en el velorio de Rubén.

Carreto el del bonche de periódicos bajo el brazo o llenando la mochila.

Carreto el del chiflido para anunciar su llegada a los eventos.

Carreto el de la crítica política insospechada, y a quien molestaba la desfachatez e insensatez con que se manejan algunos funcionarios y directivos del deporte.

—¡Ya vámonos Carreto! —Pero lo tenía que esperar a que anotara hasta el último resultado de la noche, para hacer una nota fiel a su estilo, como le gustaba quedarse hasta a la madrugada cubriendo el Abierto de Tenis. Igual para un torneo local de básquetbol o una competencia de atletismo.

Instintivo como era, pero digno ante la adversidad, alguna ocasión me frenó de hacer algún reproche a uno de esos personajes que nunca faltan en el ámbito del deporte.

RH Costanero, como firmaba sus fotografías, fue uno de esos personajes que nos legó la prensa escrita, ya en extinción como los periódicos impresos, gustaba de oler la tinta plasmada en el papel. Apasionado del diarismo, hace 15 días me relató que gustaba de comprar el periódico en los puestos de revistas, guardaba las crónicas de Antituy Rebolledo, aunque ya le costaba trabajo caminar para adquirirlo.

—Nos estamos muriendo. —Me expresó apesadumbrado un viejo compañero y colega de Carreto, no atiné a responder nada a Carlos Ortiz.

Pero los recuerdos quedan, el sonido de las voces, los momentos. Incontables anécdotas que van y vienen, en la mente, entre sueños.

Por ello fue un gusto conocer a Rubén Herrera Carreto, justo hace 25 años en que inicié en estas andadas, periodo de vida que marca una transición, época de cambios, de revolución desenfrenada, de la máquina de escribir al Facebook, del VHS al Twitter, donde las buenas formas se pierden y los fundamentos parecen perder importancia.

Por eso personajes como Carreto quedarán en la memoria, con sus virtudes y defectos, pero llenos de arrebato y pasión por eso que se llama crónica, periodismo, y que la inmediatez con que viven las nuevas generaciones les hace imposible comprender, y que algunos tuvimos la oportunidad de presenciar, de vivir, como testigos de la historia de este puerto.

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