Por Jorge Romero Rendón
Después de haber decidido no participar en la contienda interna para la presidencia estatal del PRI, Mario Moreno Arcos tiene ante sí un amplio espacio de participación política tanto con el apoyo de militantes priistas descontentos, como con el de dirigentes y activistas del PRD y del MC.
Si alguien tuvo la intención de cerrarle el paso e impedir que obtuviera posiciones en el nuevo comité directivo de su partido –como el rencoroso y traicionero exdirigente, Héctor Apreza-, el tiro le salió por la culata, porque por un lado se ha fortalecido la imagen y el liderazgo de Mario en el estado; y por el otro se ha iniciado una ola de renuncias, expresiones de descontento de militantes, alcaldes y cabezas regionales, seccionales y tradicionales que ponen en evidencia el reclamo de hacer cambios profundos en el PRI, empezando por su democratización interna.
Moreno Arcos lleva ya varios meses recorriendo el estado, encabezando encuentros políticos, e incluso como invitado a la inauguración de obras públicas -con David Gama en Iguala, por ejemplo- y de festejos tradicionales a los que nadie ha convocado al dirigente oficial –Alejandro Bravo– de los priistas, que se debate en la soledad de su cargo legal pero políticamente deslegitimado.
Ahora mismo Mario es el político del momento. Requerido por priistas que lo animan a formar un bloque disidente dentro de su partido para hacer contrapeso a la dirigencia de Bravo que consideran espuria. Aplaudido desde la sociedad civil por no renunciar a sus principios políticos enarbolados durante la campaña del año pasado. Apoyado por perredistas que ven su popularidad y la congruencia de su conducta como un capital político que no deben dejar ir rumbo a las elecciones del 2024 y del 2027. Y buscado por dirigentes de partidos como el Verde y Movimiento Ciudadano, que lo invitan a conducir a sus militantes y simpatizantes rumbo a las elecciones venideras. Aunque Mario se deslinda de cualquier nexo con los verdes, pero acepta que la oferta de MC está entre los pendientes de sus inminentes decisiones en el corto y mediano plazo.
Así, Mario se ha convertido en un símbolo antisistema en Guerrero, que por un lado ha sido respetuoso con el gobierno constitucional de Morena, lo mismo que en su forma de conducirse ante sus adversarios dentro del mismo PRI. Porque en realidad no necesita hacer aspavientos ni abrirse espacios a base de críticas y denostaciones. El espacio político, los apoyos latentes ya los tiene. Sólo necesita definir hacia dónde dirigirá su lucha política y social para organizar a todo el gran contingente que lo sigue, pues cada día surgen expresiones de apoyo y llamados desde diversos polos políticos.
Porque el tema no es sólo su aspiración para llegar al Senado en el 2024 y volver a ser candidato a gobernador en el 2027. Lo suyo conlleva ahora una gran responsabilidad, precisamente porque no está solo. Las decisiones que tome movilizarán o desmotivarán a miles de militantes de partidos y a ciudadanos ansiosos por participar en un movimiento inédito que puede tomar muchas formas y tener efectos de un alcance que aún no se puede calcular.
De allí que con su liderazgo innegable y en medio de una espiral que crece por momentos, Mario Moreno se acerca al momento crucial de tomar decisiones que influirán no sólo en su carrera política, sino en la vida pública del estado, para reivindicar su papel como el símbolo de una nueva propuesta políticaque va más allá de los límites de los partidos, porque incluye a amplios sectores de la sociedad civil.
El momento definitorio se acerca. La moneda está en el aire…