Enfoque informativo

En 2014, Bernardita Pavani acompañó a sus papás, que son muy creyentes, a hacer una peregrinación por Israel. El viaje, en rigor, incluyó visitas guiadas por ciudades como Tel Aviv, Nazareth, Belén, Jerusalén y Roma, aunque en el trayecto se llevaron una desagradable sorpresa. En un mercado de Jerusalén le ofrecieron a su mamá 600 camellos por ella, que en su momento tenía solo 17 años.

La joven trajo a colación el tema en Twitter después de que Facebook le recordara una publicación que había realizado hace ocho años, cuando la familia compartió con sus amigos las imágenes del viaje. “Mi familia es católica y el motivo del viaje fue una peregrinación católica. Se visitaban los lugares sagrados para el catolicismo, pero también teníamos visitas a lugares más típicos del judaísmo y otros más de la cultura musulmana”, dijo la joven.

Después de tantos años desde que sucedió el episodio traumático que la impactó y que solo había relatado en su núcleo familiar y el colegio, decidió recordar aquella situación relacionada con una práctica antropológica, que viven muchas turistas en algunos países del Medio Oriente.

“Estaba con mi mamá y mi papá en Israel, donde visitamos varias ciudades. Ellos habían ido a Israel en 2012, les gustó mucho y volvieron (en 2014) y quisieron llevarme. Entonces, volvimos a ir y visitamos varias ciudades”, siguió. El episodio sucedió en el Mercado de Jerusalén, en la parte musulmana de la ciudad y a sus 17 años, relata la joven que ahora tiene 25 años.

Con una imagen donde se la ve sonriendo minutos antes de vivir la situación traumática, Bernardita intenta explicar el contexto en el que se sucedió el confuso episodio. “El mercado es bastante angosto para caminar, y tiene bastantes puestos. Estábamos con mi papá y mi mamá porque era un día libre de la excursión y decidimos recorrer partes no católicas de Jerusalén, por eso fue que nos adentramos al mercado en esta parte”, extendió.

La joven explica que en estos viajes siempre les recomiendan a las mujeres que no vayan solas a este tipo de sitios, además, que de hacer el recorrido se haga con ropa holgada, mangas largas y que cubra todo el cuerpo. “En ese momento hacía mucho calor, así que yo tenía pantalones largos, sueltos”, explicó.

En un instante, su papá se adelantó y quedó sola con su mamá en un local. “Mi papá iba adelante, yo estaba con mi mamá viendo distintos lugares. Me puse a ver un puestito, en eso, cuando estábamos viendo cosas y la persona que atendía el puesto me empieza a mirar bastante. Ahí es bastante común que los hombres te miren todo el tiempo, sin filtro. El hombre que atendía el puesto me agarra la mano, me mira a los ojos y le empieza a decir a mi mamá: “How many camels for her? (¿Cuántos camellos por ella?)”, mi mamá no habla inglés. Mira y nos quedamos las dos impactadas porque el tipo me estaba agarrando del brazo y me tironeaba”, reconstruyó.

El momento se tornó cada vez más angustiante para ella y su mamá quien no entendía lo que estaba pasando. “Mi mamá no contesta y entonces sigue: ‘One hundred (100 camellos) y como mi mamá no contesta, él empieza a gritar: ‘Two hundred, three hundred, four hundred (200, 300, 400 camellos). Él empieza a subir la apuesta hasta que finalmente dice:’Six hundred’ (600 camellos) y empieza a gritar (otra vez). ‘Six hundred camels for her (600 camellos por ella)’. Mi mamá me pregunta: ‘¿Qué está pasando Bernardita? Le dije: ‘Mamá, te está ofreciendo 600 camellos por mí'”, relató parte del episodio.

Durante ese instante en el que las dos se quedaron en silencio mientras el hombre, de cerca de 50 años, aguardaba una respuesta de su mamá, relata, ella se quedó estupefacta por lo que estaba viviendo. “Estaba pálida. No solo me puse muy nerviosa, sino que el tipo me seguía agarrando el brazo y mi mamá estaba mirando toda esta situación que no entendía y le gritó a mi papá: ‘Ven'”, narró. Después del momento tenso intervino su papá, le dijo que “no” y se alejaron rápido del lugar. “Fue una situación muy rara. Yo me quedé mal, ¡Impactada!”, intentó describir la situación.

“Un trueque”

En ese momento, Bernardita todavía estaba en el colegio y señaló que al volver se lo contó a los profesores, porque en las clases de sociología siempre se hablaba de las diferencias culturales entre los países y ella traía a colación este ejemplo. “Haya sido un chiste o no, para mí era muy fuerte que me lo hagan. Recién estaba conociendo el mundo y no podía creer que una persona haga un chiste con esto. Si era eso, aparte con la demencia con la que lo hacía, fue bastante feo. Quedé bastante impactada”, dice.

Una cuestión cultural

Hay quienes aseguran que la “propuesta de intercambio de camellos por mujeres” se trata solo de un chiste que perdura con el transcurrir de los años. Hay quienes afirman que los comerciantes “se pegan como abrojos a sus potenciales compradores” y en un intento por “caer simpáticos y aflojar al cliente tienen una escena preparada” que incluye a las mujeres que acompañan a las familias. Los vendedores, entonces “juegan” a cambiárselas a sus maridos o novios por muchos camellos, como una dote, que en realidad se le entrega al hombre.

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