Enfoque Informativo

Investigadores de la Universidad de Harvard y otras instituciones de los Estados Unidos estudiaron la composición del microbioma, la alimentación y la salud mental. Qué implican los hallazgos

El trastorno de estrés postraumático es una afección que algunas personas desarrollan tras experimentar o ver algún hecho como una guerra, un desastre natural, un accidente automovilístico o una agresión sexual. También puede desencadenarse tras la muerte repentina e inesperada de un ser querido.

Hoy los principales tratamientos son la psicoterapia, los medicamentos o ambos a la vez. Sin embargo, un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Harvard y otras instituciones de los Estados Unidos demostró que seguir una dieta mediterránea puede aliviar o prevenir los síntomas del trastorno del estrés postraumático en mujeres. Los resultados se publican en Nature Mental Health.

Ya se sabía gracias a investigaciones científicas que el microbioma intestinal -que es la comunidad de microorganismos vivos residentes en el tubo digestivo- puede influir en el desarrollo y la respuesta de las emociones. Pero la relación entre el trastorno de estrés postraumático y el microbioma intestinal no había sido muy explorada.

El nuevo trabajo fue realizado por investigadores del Hospital Brigham and Women’s, miembro fundador del sistema sanitario Mass General Brigham, y de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard. Estudiaron sistemáticamente la relación entre el estrés postraumático, la dieta y el microbioma intestinal.

Qué es la dieta mediterránea

La dieta mediterránea es una forma de alimentación basada en la cocina tradicional de Grecia, Italia y otros países que bordean el Mar Mediterráneo.

Se basa en la ingesta abundante de vegetales, como frutas, verduras, cereales integrales, nueces y legumbres, todos ellos mínimamente procesados, frescos y de temporada. Además, el aceite de oliva ocupa un lugar destacado como la principal fuente de grasa. El consumo diario de queso y yogur en cantidades moderadas es una práctica común, mientras que el pescado y las aves de corral se incorporan en proporciones reducidas varias veces a la semana. La carne roja se consume de manera ocasional y en cantidades limitadas.

La evidencia del nuevo estudio

Revelaron que los participantes que seguían una dieta mediterránea experimentaban una disminución de los síntomas. “Existe una relación muy intrigante entre el microbioma intestinal humano y el cerebro”, señaló la coautora del estudio, el doctor Yang-Yu Liu, del Brigham and Women’s Hospital.

“A través de nuestro estudio, examinamos cómo factores, como la dieta, se asocian con los síntomas del trastorno. Aunque es necesario seguir investigando, estamos más cerca de poder ofrecer recomendaciones dietéticas para prevenir o mejorar el estrés postraumático.”

La carga de la afección suele ir más allá del individuo: los familiares, el sector sanitario y la sociedad también se ven afectados por ese trastorno mental. Además, las personas que lo desarrollan tienen un mayor riesgo de padecer enfermedades crónicas como cardiopatías coronarias, ataques cerebrovasculares, diabetes, enfermedades autoinmunes y muerte prematura.

“Examinar el eje intestino-cerebro puede aportar información sobre la interdependencia de la salud mental y física”, explicó la coautora Karestan Koenen, doctora del Departamento de Epidemiología de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard. “Nuestros hallazgos sugieren que la relación entre el estrés postraumático y el microbioma intestinal humano es un área prometedora de investigación que puede conducir a recomendaciones para aliviar las consecuencias negativas para la salud de la afección”.

El equipo recopiló datos de 191 participantes mujeres en subestudios del Nurses’ Health Study-II (NHS-II). Los participantes fueron asignados a tres grupos: probable estrés postraumático, expuestos a trauma pero sin la afección, y sin exposición a trauma.

Todos los participantes presentaron dos series de cuatro muestras de heces, una al inicio del estudio y otra seis meses después. Las muestras se recogieron para obtener información sobre el ADN microbiano y confirmar que el microbioma intestinal de los participantes se había mantenido estable durante seis meses.

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