Por Baltasar Hernández Gómez

En el aquelarre de la politiquería nacional e internacional, la doble moral se posiciona como el referente de gobernantes y políticos que, al buscar el voto procedimental en las elecciones, emiten un conjunto de mensajes que solamente son promesas que intentan apuntalar sus intereses personales y grupales sin considerar beneficios sociales.

Mujeres y hombres que hacen de la política su modus vivendi estructuran discursos que públicamente refieren democracia, libertad, humanismo, pero que en su vertiente realista están empeñados en reforzar sus canales de dominación, a través de partidos políticos, instituciones gubernamentales y el manejo comunicativo de masas para que, como indicó Lampedusa, que todo cambie para que nada cambie.

Nadie puede decirse combatiente de la corrupción cuando solapa y protege prácticas ilegales e inmorales en lo administrativo, jurídico, económico, políticos y financiero.

Nadie puede hacerse pasar como inteligente y comprometido cuando la ignorancia, la omisión y la incapacidad brotan en cada mensaje y acto de gobierno.

Nadie puede ocultar su verdadera esencia y luego dar la mano y un abrazo, para luego tomarse la foto, como muestra de consenso, mientras en la realidad distribuye golpes bajos, reprime y juzga.

Nadie es y no es a la vez. Nadie puede decir que está en lo correcto y en equilibrio, cuando en sus realizaciones juzga y ataca a quienes no comparten sus pensamientos y supuestos logros.