Enfoque Informativo

El Cinturón de Fuego, del que forman parte Guerrero Oaxaca y Chiapas, sufrirían daños catastróficos frente a un tsunami, provocado por un sismo cercano o lejano. 

Se calculan más de tres millones de personas en alto riesgo, y en ninguna de esas entidades cuenta con un plan de prevención para impedir o mitigar el daño

José A. Rivera (Colaboración)

Un día cualquiera, después de un sismo intenso con epicentro en Guerrero o muy cercano, la parte baja de Acapulco podría sumergirse entre las olas. No sería el único punto, más o menos el 20% de la entidad sureña sufriría daños catastróficos. Sería la suma del movimiento telúrico, y… un tsunami.

No es especulación ni una película de ciencia ficción. Es real. De hecho, para los especialistas y científicos, es inminente la ocurrencia de uno o varios sismos superiores a 7.5 grados, capaces de provocar un fenómeno de este tipo en el mar. Sólo que no se conoce la fecha, hora y toda la capacidad destructiva que pueda concentrar. Pero algo es seguro, afectaría a gran parte de la población que no podrá huir, ni siquiera con los 10, 20 o hasta 40 minutos (en el mejor de los casos), que tendrían antes de ocurrir el desastre, porque no existe plan alguno para evacuar el puerto y 14 municipios más, todos cercanos a la costera, que sufrirían afectaciones letales, advirtieron especialistas consultados por ejecentral.

 Pero este fenómeno de olas devastadoras también podría tener origen en otro punto del hemisferio, y desencadenar un tsunami que llegue a las costas mexicanas en horas. Como la alerta que provocó hace unos días el volcán submarino Hunga Tonga-Hunga Haʻapai, en el Pacífico Sur, cuya explosión de tan sólo ocho minutos (que la NASA calculó con una fuerza explosiva 500 veces más poderosa que la bomba nuclear de Hiroshima, Japón, en la Segunda Guerra Mundial); que se escuchó hasta Estados Unidos, y provocó olas que embistieron las costas de Tonga, y alteraron el oleaje a más de 10 mil kilómetros de distancia.

El peligro es real, en las costas mexicanas ya se han registrado en el pasado más de 50 tsunamis con olas de hasta 18 metros y una invasión del territorio de hasta 8 kilómetros. Pero la gente simplemente lo ignora y las autoridades responsables han sido omisas ante la probabilidad de un fenómeno de este tipo, posibilidad que va en aumento, advirtió Sabás de la Rosa Camacho, exsubsecretario de Protección Civil del Gobierno de Guerrero.

Nadie ha hecho su trabajo, ni la Coordinación Nacional de Protección Civil (CNPC), ni el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred), ni la Armada de México. El escenario es este:

No se tiene un plan de evacuación; nunca se ha hecho un simulacro que permita desalojar los lugares de riesgo en minutos; no existen definidos los puntos seguros de resguardo para la población; no hay un registro de los edificios que podrían resistir la embestida del agua y la altura, y convertirse en refugio; el aeropuerto quedaría deshabilitado por la inundación, el acceso carretero y también la Base Aérea Militar número 7, y las instalaciones de la Marina que incluso tienen un depósito de gasolina que lo convierte en punto de alto riesgo; los servicios de emergencia no tienen equipo ni personal; no hay una señal de alerta a la población y podrían resultar con daños los sistemas de bombeo Papagayo I y II, ubicados en el Valle de La Sábana, que envían el agua potable al puerto de Acapulco.

Zonas de alto turismo

Acapulco sería el punto nodal del desastre, en especial la Costera Miguel Alemán. La razón es simple, en ese punto se concentra el 90% de los centros de trabajo del puerto y la mayor movilidad. 

Pero el mapa del posible escenario de daños se amplifica al revisar municipio por municipio. Distintas fuentes consultadas coinciden en que resultaría afectado un universo de más de un millón y medio de personas que habitan en los municipios costeros de Guerrero, a lo largo de 500 kilómetros de litoral.

Ese escenario probable de un tsunami afectaría en Guerrero, detalló De la Rosa Camacho, a los municipios de la Costa Grande (La Unión, Zihuatanejo, Petatlán, Tecpan, San Jerónimo y Coyuca) y de la Costa Chica (San Marcos, Cruz Grande, Marquelia, Copala, Juchitán, Azoyú y Cuajinicuilapa).

En este punto coincide Víctor Manuel Cruz Atienza, investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM, quien sostuvo que un tsunami afectaría las zonas bajas de esos municipios.

Considerado como uno de los más destacados científicos mexicanos especializados en sismos, Cruz Atienza identificó dos puntos como los de más probable afectación ante un posible tsunami: la zona costera del municipio de Coyuca de Benítez y el área de Playa Revolcadero en Acapulco. Y es en esos puntos donde se ubican zonas de alta afluencia turística: la Barra de Coyuca, una franja de tierra que separa el mar de la laguna a lo largo de 30 kilómetros entre Acapulco y ese municipio de la Costa Grande, y la llamada Zona Diamante de Acapulco, un área de humedales que rodea la Laguna de Tres Palos y se extiende a lo largo de 25 kilómetros sobre la parte de atrás del Aeropuerto, hasta los límites con el Río Papagayo.

Pero también señaló una nueva zona de peligro: la franja costera entre los municipios de San Marcos y Copala, en la región de Costa Chica, en la que los especialistas esperan la ocurrencia de un terremoto dado la baja actividad sísmica que se ha detectado en la zona durante muchos años.

Víctor Manuel Cruz Atienza es ingeniero geofísico, cuenta con una maestría en Ciencias con especialidad en sismología, así como un doctorado en Geofísica y Ciencias del Universo por la Universidad de Niza, y dos postdoctorados. Junto con el doctor Yoshihiro Ito, de la Universidad de Kyoto, desde 2016 coordinan una investigación titulada “El Peligro Asociado a Grandes Terremotos y Tsunamis en la Costa del Pacífico Mexicano”, financiada por la Agencia de Cooperación Internacional de Japón (JICA-SATREPS).

Esa investigación se centra en la llamada Brecha de Guerrero, una franja costera de 230 kilómetros entre Acapulco y Petatlán, donde no se ha registrado un sismo importante desde 1911, por lo que acumula energía que disrumpirá como un terremoto. Es, pues, una “zona de silencio”, según la visión de los científicos.

Ha sido a raíz de esa investigación que dichos especialistas detectaron la nueva zona de silencio ubicada entre San Marcos y Copala, lo que constituye un peligro adicional para la población costera de Guerrero. Los resultados de la investigación de JICA-SATREPS se conocerán entre marzo o abril próximos, adelantó Cruz Atienza.

Los datos de la investigación del especialista coinciden a la perfección con simulaciones por computadora elaboradas por la Armada de México (Semar). Si bien se conocen desde hace tiempo los puntos geográficos susceptibles de afectación ante un posible tsunami, gracias a un modelo tridimensional identificado como MIACIM, y la conclusión es la misma, pero los datos no se conocen públicamente ni se han utilizado para elaborar los planes de prevención y protección. Esto a pesar de que las zonas que se verían principalmente afectadas en Acapulco incluyen colonias muy pobladas, pero especialmente puntos para atender la emergencia como la Base Aérea Militar número 7, y el Aeropuerto Internacional de Acapulco.

El MIACIM es un modelo en tercera dimensión que permite identificar zonas inundables por olas de un rango de uno a 13 metros de altura, con una precisión de 5 metros en el terreno. Tanto la Semar como las oficinas de Protección Civil podrían definir dónde ubicar los albergues y las rutas de evacuación, y todo el accionar de los cuerpos de emergencia y seguridad; sin embargo, no se ha hecho nada.

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