Por: Aura Lucía Mera

Una revelación y una revolución el documental de Netflix sobre el misterioso, mágico y asombroso mundo de los hongos. No son ni animales ni plantas. Son un híbrido que se comunica a través de los micelios, hilitos similares a las dendritas del cerebro o las redes de internet, que son las raíces sagradas que sostienen el planeta desde tiempos ancestrales, vale decir, millones y millones de años.

No sé cuánto tiempo, años tal vez, tardó en filmarlo su director, Louie Schwartzberg, con la participación de Paul Stamets, uno de los científicos más importantes en la investigación de las setas medicinales, caminando suavemente, sintiendo cómo bajo sus pies existe un universo casi desconocido, un reino propio que tiene millones de diferentes levaduras, mohos y setas que de forma continua y clandestina reparan constantemente el planeta y el ecosistema.

Después de la destrucción de parte de la Tierra, cuando se extinguieron los dinosaurios y casi todos los seres vivientes, este planeta volvió a la vida gracias a los hongos, unos medicinales, otros comestibles, un mundo en el que podemos ingresar bajo nuestro propio riesgo, a sabiendas de que hay algunos “que tienen el poder para convertir cuatro huevos en un omelette de cinco estrellas o matar a un elefante de cinco toneladas en minutos”.

Nixon, ese presidente de ingrata recordación, prohibió terminantemente las investigaciones sobre los hongos y su potencial en medicina —tanto para tratar enfermedades como el cáncer, el alzhéimer, la depresión, la ansiedad, como para la expansión y los estados alterados de conciencia—, por la famosa prohibición de todas las drogas, con los millares de muertos y las mafias como resultado. Inexplicablemente, se suspendieron durante 20 años los estudios, apenas retomados y autorizados tímidamente a finales de los 90.

Curioso que, según un estudio hecho por David Nutt, autoridad en la materia, la droga más peligrosa es el alcohol que circula libremente, seguido por la heroína, el crack, las metanfetaminas, la cocaína, el tabaco, las benzodiazepinas, la metadona, los esteroides, el éxtasis, el LSD y en último lugar los hongos, con un índice mínimo de riesgo para los consumidores. Interesante, ¿verdad?

En el documental es alucinante ver cómo en el tratamiento del alzhéimer ciertos hongos tienen la capacidad de reconectar neurotransmisores rotos por la enfermedad. También hay investigaciones con pacientes de cáncer y personas que sufren depresiones endógenas, ataques de ansiedad, pánico y terror irracional a la muerte.

Fantastic Fungi nos acerca más a la naturaleza, nos lleva a comprender que somos parte de ella, a mirar emocionados el lenguaje de los árboles, la transformación de lo que depreda y contamina en nueva vida.

Sobre todo, es sobrecogedor el mensaje que nos muestra cómo los humanos nos podemos extinguir, pero la Tierra, el planeta azul, seguirá su evolución.

Enseñanza maestra que nos invita a mirarnos a nosotros mismos y estudiar nuestro planeta, ese universo que habitamos pero que no conocemos por estar mirando hacia afuera, entrampados en cosas materiales, codicia, odios y destrucción. No somos los reyes, somos simplemente pasajeros instantáneos que nos descompondremos y transformaremos en otros elementos cuando dejemos de existir.

 

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