Héctor Osuna

El objetivo declarado de esta campaña es garantizar que China se mantenga en su camino hacia el llamado “rejuvenecimiento nacional”, el plan del presidente Xi Jinping para que el país recupere su lugar como gran potencia. La presión para que se cumpla ese plan ha aumentado en víspera del siguiente congreso del Partido Comunista, que está programado para celebrarse en 2022.

El partido parece creer que el rejuvenecimiento nacional solo es posible si los jóvenes trabajan con diligencia para cumplir sus órdenes y prioridades: Xi declaró que “una nación es fuerte si su juventud es fuerte”. Según esa lógica (errónea), la feminidad es un signo de debilidad que, si no se controla, es un mal presagio para el futuro de la nación.

Por lo tanto, aunque la prevalencia de varones “afeminados” ya era antes una fuente de preocupación general, ahora se considera un obstáculo que Xi debe eliminar. Pero la campaña, que incluye la nueva fase restrictiva y más severa de los últimos meses, es un absoluto error y será contraproducente. A medida que proliferan las restricciones, resulta imposible aplicarlas sin socavar otras prioridades de gobierno, como el crecimiento económico, que son componentes vitales del rejuvenecimiento nacional. Todo esto sin mencionar que el mismo objetivo de la campaña es ridículo.

La cruzada contra lo que el partido considera una masculinidad poco ortodoxa podría ser una forma de distraer del hecho de que el gobierno no le está cumpliendo a su pueblo y es incapaz de resolver los graves problemas económicos y sociales: la falta de movilidad ascendente, oportunidades profesionales y vivienda urbana asequible en algunas de las principales ciudades.

Pero al tratar de regular la expresión de género como lo hace con los objetivos de gobierno, como las cifras del PIB, el partido está llevando su control demasiado lejos, y es casi seguro que los mandatos de masculinidad serán contraproducentes.

El principal objetivo de esta campaña es la “carnita fresca”, un término cariñoso con el que suele llamarse a los personajes del mundo del entretenimiento que usan maquillaje y son muy populares. En una sociedad donde no se puede hablar de política y los medios tradicionales están muy controlados, la cultura popular es uno de los pocos ámbitos donde puede florecer el individualismo. Por lo tanto, el fenómeno de la “carnita fresca” tiene que ver con mucho más que solo la moda y la estética; les da una salida a los hombres y las mujeres de China en un momento de incertidumbre económica y cambios en la dinámica de poder entre los sexos.

El poder cultural de las estrellas que forman parte de la “carnita fresca” es indiscutible. Sin embargo, lo que el partido parece ignorar al culparlos de supuestamente corromper a la juventud es que su base de seguidores está compuesta en su mayoría por mujeres residentes de metrópolis adineradas como Pekín y Shanghái.

La aceptación de estas mujeres de una forma más fluida de masculinidad no es un fenómeno que el partido deba desestimar. Estas mujeres bien educadas y con independencia económica desafían las normas de género al darle la espalda al matrimonio y la maternidad y demuestran que pueden resistir la presión del partido para impulsar los matrimonios y los nacimientos con el fin de compensar los efectos del envejecimiento de la población.

Para ello, el partido haría bien en prestar atención a las preferencias de estas mujeres. Como dicen algunas fanáticas, los modales en apariencia suaves y el temperamento apacible de la “carnita fresca” ofrecen un bienvenido contraste con la actitud machista que pueden encontrar en los hombres chinos.

“Que los hombres sean tiernos y considerados como las mujeres los hace mejores”, escribió una mujer que se hace llamar Jiangzi en un ensayo en línea en el que explicaba su afición por la “carnita fresca”. “En las citas y en el matrimonio, ¿a quién le gustan los regaños?”, preguntaba.

Los hombres en China también se enfrentan a una serie de retos sociales. Las dificultades para encontrar empleo y costear la vida urbana han tendido a pesar mucho más sobre los hombres, que cargan con las expectativas de la sociedad de ganar dinero y ser los proveedores. Los hombres chinos también superan por mucho a las mujeres en el mercado matrimonial gracias a décadas de políticas de planificación familiar. Ante las limitaciones de vivir en una sociedad con ideas rígidas sobre la masculinidad, la cultura pop es una forma de escape y un lugar donde se pueden explorar diferentes identidades.

Avergonzar y bloquear los medios de expresión preferidos de estos individuos no es la manera de motivarlos para la “lucha valiente” en nombre del rejuvenecimiento nacional. En cambio, es una receta para hundirse más en la desesperación.

La idea del gobierno del hombre ideal se interpreta como una descripción obsoleta de las normas de género de los años 50: feo, fuerte y formal. El “espíritu masculino” requiere estar en buena forma física y mental, además de una “fuerza de voluntad férrea”, como se dijo este año en el Ministerio de Educación. Un editorial publicado por un vocero del partido decía que está vivo en aquellos que “se fijan metas elevadas en la vida, se atreven a asumir responsabilidades, hacen frente a las dificultades y nunca se rinden con facilidad”.

De hecho, lo que el partido busca suena menos a Rambo que a científicos diligentes e ingenieros laboriosos. Al compararla con otras políticas culturales draconianas introducidas en fechas recientes, está claro que lo que el partido quiere son trabajadores socialistas productivos consagrados solo a sus propias prioridades de desarrollo, sin distraerse con lo que el partido considera desviaciones o excesos culturales.

Entonces, ¿por qué el partido exige esos atributos solo a la mitad de la población? En su búsqueda de la supremacía económica, sin duda el partido no debería excluir las contribuciones de las mujeres, a las que Mao Zedong llamó en sus tiempos “la mitad del cielo”. Y no puede permitírselo: la mano de obra de China desaparece a un ritmo alarmante.

El partido debe ser consciente de las flagrantes contradicciones entre sus afirmaciones y sus prácticas. A pesar de que insiste en que la masculinidad tiene que ver con cualidades interiores en editoriales y documentos políticos, sigue apuntando a las apariencias exteriores al vigilar su expresión pública.

Esto podría deberse a que, si bien la propaganda hueca puede propagarse a lo largo y ancho, las herramientas autoritarias tienen límites. Pueden trazarse fronteras en la vida de las personas, pero no puede dictarse lo que crece en el interior. Por ello, el partido se aferra a etiquetas sensacionalistas, aunque hasta esas etiquetas tienen sus límites.

A medida que las normas draconianas del partido empiezan a anularse unas a otras, también pasan factura a los jóvenes y ahogan la vitalidad, que es la verdadera base del rejuvenecimiento nacional.

COMPARTIR