Enfoque Informativo
El controvertido plan sugiere liberar enormes cantidades de aerosoles químicos microscópicos de 125 aviones militares sobre los polos norte y sur de la Tierra, en un intento desesperado por volver a congelar los casquetes polares que se derriten.
Para hacer una mella considerable en el declive acelerado de las plataformas de hielo, tendríamos que hacer aproximadamente “175.000 vuelos de aviones y drones de alto vuelo cada año”, según afirma el autor principal del estudio Wake Smith de la Universidad de Yale.
Vale la pena señalar que, irónicamente, estos aviones rociadores liberarían grandes cantidades de dióxido de carbono a la atmósfera. Pero a pesar de eso, Smith sostiene que todavía valdría la pena.
“Es aspirina, no penicilina”, explica. “No es un sustituto de la descarbonización”. Bloqueando la luz solar
Según el plan, 125 aviones cisterna —utilizados usualmente para reabastecer de combustible en el aire— volarán a 43.000 pies sobre los polos del planeta para liberar partículas microscópicas de dióxido de azufre, que es lo que se huele en una cerilla quemada.
Estas partículas luego bloquearían parte de la luz solar de la superficie debajo, protegiendo las regiones polares del calor del Sol.
Según el estudio de Smith, poco más de 13 toneladas de partículas liberadas en los momentos adecuados del año podrían enfriar las regiones polares en unos apreciables 3.6 grados Fahrenheit.
Controversia
Los planes para la geoingeniería solar se han enfrentado con una fuerte oposición, y los expertos argumentan que liberar las emisiones dañinas de dióxido de carbono de los aviones que vuelan a gran altura es una idea terrible.
También dicen que la protección solar podría tener consecuencias no deseadas, incluidos efectos negativos en los sistemas agrícolas.
El año pasado, un grupo de investigadores de Harvard sugirió probar una idea similar utilizando globos meteorológicos para recopilar datos preliminares sobre el norte de Suecia. Pero incluso este primer experimento resultó ser demasiado controvertido, ya que protestantes locales los obligaron a abandonar la idea.
Pero las regiones polares, a diferencia del norte de Suecia, están extremadamente escasamente pobladas, argumentó Smith.
“Si la ecuación de riesgo-beneficio valiera la pena en algún lugar, sería en los polos. Cualquier giro intencional del termostato global sería de interés común para toda la humanidad”, concluyó.