Juan José Contreras Lara

Chilpancingo, la insigne capital de Guerrero, que desde luego merecería ocupar un lugar mucho más destacado en el entorno nacional, ha sido por el contrario calificada desde hace años como la más rezagada en cuanto a desarrollo, equipamiento y servicios urbanos, en base a diversas encuestas y estudios estadísticos.

Referente histórico inevitable y cuna de los Sentimientos de la Nación, Chilpancingo ha arrastrado desde hace décadas un terrible déficit en cuanto a urbanismo y servicios.

Ubicada sobre una enorme cañada, cruzada por numerosas barrancas, con una traza urbana esclerótica, asfixiante y caótica, propia de un núcleo urbano del siglo 18, la ciudad ha crecido desordenadamente hacia todos lados, pero sobre todo hacia las alturas, escalando los numerosos cerros que la rodean.

Esta expansión incontrolable de la mancha urbana ha superado desde hace muchos años, la siempre restringida capacidad presupuestal de los gobiernos municipales para dotar de servicios a una población que en dos décadas prácticamente se duplicó.

Como bien ha diagnosticado la alcaldesa Norma Otilia Hernández Martínez, son tres los principales problemas urbanos de la capital: agua, drenaje y basura, mismos que son puntualmente reclamados por la ciudadanía. El otro gran tema es el de la seguridad, pero ese corre por otro carril, por sus propias características.

A lo largo de años, hemos reseñado cómo numerosos gobiernos municipales han batallado para mantener una ciudad limpia. Hasta el momento, ninguno ha logrado alcanzar al cien por ciento esa meta. 

El desafío de mantener un muy costoso servicio de recolección de desechos, con unidades adecuadas para circular por  las estrechas y complicadas vialidades capitalinas, así como el contar con un relleno sanitario suficiente para disponer finalmente de los cientos de toneladas de basura que se generan al día y el batallar con la falta de educación y conciencia por parte de sus habitantes, quienes piensan que cualquier lugar es bueno para arrojar basura, incluso en el insigne y permanentemente contaminado río Huacapa, han significado el fracaso de cualquier esfuerzo en ese sentido.

No hay que olvidar episodios terribles en torno al tema de la basura, como aquél que hizo crisis durante la administración de Marco Antonio Leyva Mena, ante la imposibilidad de contar con un relleno sanitario correctamente operado, ecológico y suficiente. Las imágenes de los cerros de basura maloliente en las vialidades fueron tema nacional y desprestigio para sus autoridades. 

Es por eso una buena señal, que Norma Otilia no rehúya el asunto y vaya a fondo, tratando de resolver lo primordial, la falta de suficiente equipamiento vehicular para la recolección, mediante la adquisición a través del esquema de arrendamiento puro, directo de fábrica, de veinte camiones y dos tractocamiones, que se sumarán a la flotilla de unidades con capacidad operativa que actualmente dan el servicio.

Al anunciar lo anterior hace unos días, la alcaldesa dio a conocer los detalles del convenio firmado con la empresa arrendadora, que implica otros beneficios adicionales para el gobierno municipal.

Pero la ampliación del parque vehicular no serviría de nada, si no va aparejada de acciones que involucren a la ciudadanía, como la definición de horarios de recolección que deben cumplirse, así como de campañas de concientización sobre la importancia de ser bien educados y evitar seguir convirtiendo las calles y avenidas de la capital en muladares.

Hace años, ante la insuficiencia en el servicio municipal, el vacío de recolección permitió, con un origen y control bastante oscuro, el surgimiento de las flotillas de camionetas tipo estaquitas que ofrecen el servicio popularmente denominado como “la basura, jefa”. 

Ese servicio, fuera de toda regulación, seguramente va a sobrevivir, porque nada más existen en Chilpancingo más de 500 colonias populares a las cuales hay que atender. Que quizá se trate del servicio controlado por una mafia, pues sí, pero por lo menos durante un buen tiempo, seguirán siendo un mal necesario.

El caso es que Norma Otilia dio el primer paso y va en la dirección correcta. Si la aspiración es que Chilpancingo sea una capital digna, lo primero que debe tener es un rostro limpio, acorde a lo que es, todo un referente en el devenir nacional y orgullo de los guerrerenses.

 

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