Para nadie es desconocido el hecho de que Guerrero en las últimas elecciones federales, se ha distinguido por ser un gran reservorio de votos en favor de Andrés Manuel López Obrador. Tanto en los 18 años que se pasó haciendo campaña, como ahora, en los tres que lleva en el gobierno, el estado ha destacado a nivel nacional por su respaldo al presidente. Ahí está la numeralia electoral que no miente.
Por ello, cualquiera pensaría que el huésped de Palacio Nacional se sentiría comprometido con un estado que siempre ha estado entre los primeros cinco mayores generadores de votos a su favor, pero por lo visto no es así.
Como dice una y otra vez en su machacona y poco creativa línea discursiva, “amor con amor se paga”, pero ese dicho se ha quedado muy corto, porque el respaldo de su gobierno a la entidad sólo se ha visto a cuentagotas y entregado casi a regañadientes.
Dígame si no, ¿cuál ha sido la mega obra que ha impulsado la federación en estos tres años que impulse el desarrollo y crecimiento de la entidad? Yo no la veo por ningún lado.
Un estado con un presupuesto estatal precario y por ende con unos presupuestos municipales que dan pena, no ha recibido sino lo que han recibido todos los demás, apoyo disfrazado a través de los programas de Bienestar, que son los que le dan el sustento clientelar a Morena y a eso que llaman Cuarta Transformación y que en términos reales no ha transformado nada.
Esto se pudo confirmar una vez más durante la visita presidencial del pasado 20 de febrero. Vino el presidente a dar impulso a otro programa, el de caminos rurales, enfocado a un número importante de municipios de la Montaña, que han estado ancestralmente marginados.
Desde luego que se requiere que todos esos municipios cuenten con vías comunicación transitables todo el año, pero es de esperarse que esa multimillonaria inversión se aplique con sentido común y no construyendo tramos de caminos por aquí y por allá, así como también los trabajos sean de calidad y no terminen desmoronándose como ya sucedió en Oaxaca.
Esa actitud presidencial es congruente con su postulado de “primero los pobres”, lo que está muy bien, pero ¿y el resto del estado? En Guerrero hay carencia de todo, sobre todo, por lo visto, de voluntad gubernamental para sacarlo adelante, sin actitudes facciosas.
No creo que el estado pueda progresar con las palmaditas en el hombro que López Obrador vino a dar a Evelyn, Abelina y demás correligionarios.
Por lo demás, la nota de color durante la brevísima visita presidencial volvió a ser la protesta social, que lo persiguió por todos lados y que por lo visto no sabe leer, como no sabe leer tantos y tantos temas.
De lo que sí se ufanó el presidente, fue de la renovación integral del parque Papagayo de Acapulco, lugar de esparcimiento por excelencia de los porteños. Ciertamente el parque luce de primer nivel, luego de los trabajos que se prolongaron durante un buen tiempo, pues no hay que olvidar que ese proyecto fue decididamente impulsado y gestionado por el exgobernador Héctor Astudillo Flores.
Aunque esto último, por supuesto jamás se mencionó.
EN EL panorama estatal, después de cinco meses en el poder, los que transcurren sin pena ni gloria son la mayoría de los gobiernos municipales.
Vaya, ni siquiera se salva el municipio más importante de la entidad, Acapulco, donde Abelina López Rodríguez gobierna sin personalidad y a base de ocurrencias. Violencia desbocada, economía devastada, actividad turística que apenas logra repuntar, servicios públicos deplorables.
En contraparte, uno de los municipios donde se gobierna con acciones concretas, aplicando recursos a obra pública y con la determinación de acabar con el desorden heredado es Iguala, donde David Gama Pérez, se esfuerza por dignificar una ciudad que en la última década no ha vivido sus mejores tiempos. Y ahí la lleva. Pero, así como Iguala pocos, muy pocos.