Jorge Laurel González

Si no renuncian a la cultura occidental, tenemos que matarlos.

Declaraciones a la BBC, de combatientes talibanes, al tomar control de Kabul (12 agosto de 2021).

Debido a otros eventos, habíamos dejado pendiente completar la serie de artículos sobre Afganistán, vamos a continuar el día de hoy, cómo habíamos quedado, vamos a comentar sobre la problemática después de 1980.

Estados Unidos pretendió oponerse a la brecha abierta por los soviéticos en los países del tercer mundo durante los años setenta, preparando represalias contra la URSS si aumentaba la amenaza que la ocupación de Afganistán suponía para el control del golfo pérsico. El momento culminante de su ayuda financiera y militar fue la entrega a la resistencia de misiles antiaéreos Stinger (1986). 

Arabia Saudí se preocupó por impedir cualquier incursión de Irán, entonces en guerra con Irak. Se esforzó en constituir un frente de fundamentalistas sunníes, reclutados sobre todo entre la etnia pastún, en perjuicio de los chiitas e incluso de los sunníes de habla persa, susceptibles a los ojos de los saudíes de preferir a Irán. Pakistán, bajo la égida del general Zia Ul-Haq, cuya política proseguiría tras su muerte (1988), tenía dos objetivos: eliminar la amenaza soviética con el fin de evitar quedar atrapado entre Afganistán y la India, aliados de la URSS, pero también establecer una especie de protectorado en un futuro Afganistán islámico.

A pesar de las ofensivas sangrientas, sobre todo entre 1984 y 1986, los soviéticos no pudieron vencer en batallas decisivas contra la resistencia, ni siquiera cerrar la frontera con Pakistán. 

La guerra impidió también cualquier posible tregua con Estados Unidos. Cada año, en noviembre, una mayoría aplastante de los países miembros de la asamblea general de la ONU pedía la retirada de las tropas soviéticas. Desde su llegada al poder en 1985, Gorbachov se esforzó por salir del punto muerto militar y eliminar el obstáculo que representaba la cuestión afgana para la nueva distensión

En esa necedad reeleccionista, que tanto daño hace a los pueblos, Karmal, reelegido jefe de Estado y secretario general del partido (en enero de 1986), fue desplazado de este último cargo y del poder por Mohammad Najibulá (en mayo de 1986). M. Najibulá, en 1987, lanzó un llamamiento a la reconciliación nacional e hizo adoptar en noviembre una constitución que no tenía influencias comunistas. En abril de 1988, los acuerdos de Ginebra ratificaron el calendario de retirada de las tropas soviéticas, sin que se llegara a un verdadero acuerdo político. Las últimas tropas soviéticas abandonaron el país en febrero de 1989. Su partida no permitió a la resistencia afgana apoderarse de la capital, sumida en numerosos conflictos tanto étnicos como políticos. 

En Peshawar, los moderados, en gran medida partidarios del anterior rey Mohammed Zahir Shah y pertenecientes a la élite tribal, se opusieron a los fundamentalistas que preconizaban un Estado islámico y que eran apoyados por el ejército paquistaní, los Hermanos Musulmanes Árabes y Arabia Saudita. 

El jefe de los fundamentalistas, Gulbuddin Hekmatyar, tomó posiciones claramente antioccidentales y lanzó ataques armados contra los otros grupos muyahidines, liderados por Mas‘ud, del valle del Panjshir. 

Un Gobierno interino de Afganistán formado en Peshawar en febrero de 1989 por los partidos sunníes, bajo la presión de Pakistán, no consiguió unir a los comandantes muyahidines del interior, acostumbrados a una gran autonomía, ni a los chiitas. Se llegó a una fase de estabilidad precaria; las grandes ciudades pasaron a estar controladas por el régimen, en tanto que el campo lo estaba por los muyahidines. 

Estados Unidos y la Unión Soviética, dada su voluntad de poner fin a uno de los últimos conflictos del tiempo de la Guerra Fría, se comprometieron en septiembre de 1992 a interrumpir sus entregas de armas a todos los bandos de la lucha en Afganistán (acuerdo que entró en vigor en enero de 1992). Al perder el apoyo soviético, Najibulá, que además había de enfrentarse a graves disensiones en el seno de su propio partido, vio debilitarse su posición en los primeros meses de 1992; su propuesta de un alto el fuego unilateral no logró la aceptación de las organizaciones de la resistencia.​

Mientras la ONU multiplicaba sus intervenciones tratando de establecer una regulación política del conflicto, los muyahidines acentuaron su presión en el norte. En abril, se hicieron con el control de todo el país, y obligaron a Najibulá a dejar el poder.

Un Consejo islámico, resultante de un pacto entre las diferentes facciones de la resistencia, se hizo cargo interinamente del gobierno del país, bajo la dirección de Sigbatullah Mojaddedi. 

En junio, Mojaddedi cedió el poder a un consejo dirigente de diez miembros, presidido por Burhanuddin Rabbani. Sin embargo, pronto se reprodujeron las antiguas rivalidades entre muyahidines y etnias, y en agosto G. Hekmaktyar lanzó una gran ofensiva contra la capital: los enfrentamientos entre milicias fundamentalistas y fuerzas gubernamentales causaron más de 2000 muertos y provocaron el éxodo de más de un tercio de la población. 

Esta segunda batalla de Kabul fue acompañada de una multiplicación de los combates por el resto del país. Un consejo de 1335 delegados eligió a B. Rabbani jefe de Estado por un periodo de 18 meses (diciembre de 1992) y designó a cincuenta de sus miembros para formar un parlamento con poderes constituyentes (enero de 1993). En marzo las distintas facciones alcanzaron un consenso para que Gulbuddin Hekmatiar, dirigente de Hezbi Islami, ocupara el puesto de primer ministro, a la vez que ratificaban la elección de B. Rabbani.

Como resultado de la Guerra Civil Afgana, (1992-1996) se creó el Estado Islámico de Afganistán a través de los Acuerdos de Peshawar. En 1996 el movimiento talibán tomó el poder de Kabul e instauró un Gobierno basado en la Sharia. En 2001 una coalición comandada por Estados Unidos invadió el país derrocando a su gobernante Mohammad Omar e instaurando un nuevo régimen.

El principal problema en Afganistán, son las guerras tribales y los extremismos religiosos. Nos restaría comentar sobre los últimos veinte años. Para poder comprender lo que hoy sucede en este conflictivo país, tan asediado por propios y extraños. Lástima que ellos no se den cuenta, que solamente Juntos Lograrían Generar: Propuestas y Soluciones.  

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