Noé Mondragón Norato

El asunto de la transparencia en el manejo y aplicación de los recursos públicos, ha sido una de las principales banderas políticas de la 4T a fin de ganar adeptos. La otra, es el combate a la corrupción. Conforme pasan los días y los meses se percibe que ambas quedaron reducidas a eso: simples divisas de campaña electoral. Porque en los hechos, las aguas políticas han retomado su cauce normal. Es decir, no existe ninguna investigación sobre cifras concretas hurtadas a la hacienda pública en el pasado reciente. Ni responsables de haberlas llevado a cabo. Fueron simples retóricas discursivas para engatusar a los ciudadanos. Y si no, los hechos se imponen.

TRANSPARENCIA INEXISTENTE. – Hay en el actual gobierno estatal una inercia que domina y se impone: la opacidad. Y se extiende a los dos gobiernos municipales más importantes gobernados por el Morena: Acapulco y Chilpancingo. Hay que ir a las coyunturas: 1.- La gobernadora Evelyn Salgado ha reconocido los millonarios pasivos financieros heredados por su antecesor, el ex gobernador priista Héctor Astudillo. Pero de ahí a fincarle responsabilidades, hay un abismo. No puede hacerlo por inconfesables acuerdos de poder bajo la mesa. En exacta sincronía con el presidente AMLO quien criticó todo de “las mafias del poder” panistas, perredistas y priistas. Pero tampoco puede fincarle juicio político —ni lo hará— al ex presidente tricolor Enrique Peña Nieto, quien disfruta como auténtico “latin lover”, de los millones de pesos sustraídos impunemente del erario público. Esa rudeza para el engaño sistemático ha desilusionado a millones de ciudadanos. Porque entendían el cambio obligado en el combate a la corrupción y el fortalecimiento de los procesos de transparencia. Contrario a ello, la gobernadora Evelyn Salgado ni siquiera ventila el monto del salario mensual que gana. Tampoco el de sus secretarios de despacho. Quizá imite las lecciones del ex gobernador Héctor Astudillo, quien aguantó cuatro años después de haber tomado protesta —en 2019—, para admitir el monto de su salario que se ubicó en los 102 mil 842 pesos mensuales. Nada más para remarcar que ganaba menos que el presidente AMLO cuyo salario era en ese mismo año, de 111 mil 990 pesos. Curiosamente, el actual rector de la UAGro, Alfredo Romero Olea, gana casi lo mismo que el ex gobernador priista. Y ese dato se descubrió no porque el inquilino de la rectoría lo mostrara a través de inexistentes portales de transparencia en dicha institución, sino porque así lo arrojó la Plataforma Nacional de Transparencia. Literalmente, lo agarraron “con los dedos en la puerta”. Y ya no pudo sacarlos. Así, la gobernadora y su gabinete hacen caso omiso de empujar la transparencia, optando por darle cancha abierta a la opacidad. Es la forma más cómoda de sustraer recursos sin ser molestados. Encarna en consecuencia, la corrupción combatida puntual en el discurso, pero aliada y benéfica en los hechos. 2.- Ni la alcaldesa de Acapulco ni la de Chilpancingo —las morenistas Abelina López Rodríguez y Norma Otilia Hernández Martínez, respectivamente—, tienen la intención de transparentar los millonarios recursos que manejan. Por el contrario, han encarecido los servicios otorgados al público. Como las correcciones a las actas de nacimiento que cobran en quinientos pesos. Y más, dependiendo del error cometido por su burocracia, no por el ciudadano que termina pagándolos. Ambas se encuentran en la misma sintonía de la gobernadora. Es decir, son partidarias de la opacidad. De no aclarar cómo gastan el dinero ajeno que controlan. Ni cuál es el salario que perciben como autoridades. La primera de ellas, amagó con “no ir a la cárcel por deudas de otros”, refiriéndose a obras millonarias de su antecesora Adela Román Ocampo, que habían sido declaradas como terminadas. No pasó de ahí. La segunda se metió en una guerra mediática efímera por recursos desviados, con el ex edil perredista Antonio Gaspar Beltrán, de quien tiene como síndica a la ex esposa de este, Yasmín Arriaga Torres. No hubo vencedores ni vencidos. Porque sencillamente y apelando al consabido refrán del pasado priista, “todo lo que entró, salió”. Esa misma fórmula quieren que les apliquen para cuando ellas se vayan. Al final de cuentas, son ramas del mismo árbol. Nada cambió.

HOJEADAS DE PÁGINAS…Más allá de tener o no la calidad moral para enfrentar y cuestionar al presidente AMLO por las corruptelas de su hijo Ramón descubiertas en Houston, Texas; el periodista Carlos Loret de Mola —beneficiario de los gobiernos presidenciales priistas y panistas—, cachó hábilmente los puntos de popularidad que perdió el presidente. Lo que es peor: lejos de recomponer sus relaciones con la prensa, el presidente ha dejado correr sin investigar ni detener a los responsables de los homicidios contra periodistas que se dispararon preocupantemente en lo que va de 2022. Y así, los resultados vendidos en el discurso se caen ante el peso de las evidencias.