Por Arlene B. Tickner
Son decenas los personajes que motivaron la curiosidad del científico colombiano y cuyas historias, investigadas y narradas como las más apasionantes aventuras, marcaron el rumbo de su llegada al Polo Sur más de 100 años después. Marco Polo, Vasco da Gama, Álvares Cabral, Vespucio, Juan Díaz de Solís, Francis Drake, James Cook, James Weddell, Fridtjof Nansen, Carsten Borchgrevink, Clements Markham, Jean-Baptiste Charcot y Ernest Shackleton, entre muchos, contribuyeron con sus expediciones a que la Antártida luego se convirtiera en zona vigilada.
¿Por qué es importante la Antártida?, le pregunto a Soler, y me explica que “es uno de los ejemplos más fascinantes de cooperación internacional y eso básicamente tiene protegido el territorio como un lugar de ciencia y vida salvaje”.
¿Por qué hay que mantener la Antártida como un territorio prístino?: “Porque es el canario en la mina. El día que algo le pase a Antártica, ese día sabremos que las condiciones climáticas que soportan a la humanidad probablemente están empezando a terminarse”, asegura el astrofísico.
Relatos del confín del mundo es un libro sobre temas que nos obligan a fijar la mirada en los horrores producidos por los humanos y también en los aciertos y acciones extraordinarias que tienen medalla de oro en la historia. Es un texto que reafirma lo infinitamente pequeños y limitados que somos y, como Soler lo afirma, sirve para demostrar que “los humanos no somos el centro de la creación y no estamos ni cerca de serlo”.
La ciencia, siempre la ciencia, porque sin esa área del conocimiento no podríamos tener la conciencia para reconocer que existe algo distinto a lo que vemos y porque es la vía que nos da la información para actuar con sensatez frente a retos como la pandemia o el calentamiento global.
“La humanidad vive en una constante búsqueda de la luz en la oscuridad”, sentencia Soler. Cierto, y su libro es una hermosa manera de lograr ese objetivo.