Claudia Morales

“Recuerde que no hay pingüinos en en el Polo Norte, no hay osos polares en el Polo Sur, la Tierra no es plana, las vacunas funcionan, sí llegamos a la Luna, el calentamiento global es real y usted puede ayudar a mitigar su impacto”.

Así terminan las notas al lector que el físico y astrónomo colombiano Juan Diego Soler escribió para quienes empiezan el viaje a través de Relatos del confín del mundo (y del universo), su libro publicado la semana pasada. El científico advierte con su investigación y con algunos episodios de su vida profesional que es la ciencia la que desde tiempos memorables le explica a la humanidad qué pasa más allá de las fronteras de la Tierra, por qué existen las especies, cómo evolucionan, por qué sobreviven y por qué se extinguen.

Los científicos como Soler observan y estudian todo lo que está más allá de la atmósfera y miden la luz en distintas frecuencias (la mayoría no se puede ver con los ojos). Con sus colegas construyen historias como lo hacen los arqueólogos, pero, como él mismo me lo explicó, “nuestros fósiles son la luz. Intentamos recrear el pasado a través de la luz”.

Juan Diego Soler llegó a la Antártida en el año 2010 para trabajar con unos telescopios llamados BLASTPol y Spider, y lanzarlos con unos globos gigantes con el fin encontrar pistas en todas las frecuencias de luz para entender cómo se conformó el sistema solar. También trabajó allí en el estudio de la formación de las estrellas y fue testigo en primerísimo primer plano de algunos aspectos del comportamiento de focas y pingüinos que sólo es posible ver estando en ese lugar del mundo.

 

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